Burbujas buenas y burbujas
malas
P. Fernando Pascual
21-5-2022
Cada uno escoge, normalmente,
la burbuja desde la cual afronta la vida presente y mira hacia lo que espera en
el futuro. No siempre es uno quien escoge, pues hay burbujas que se forman desde
hechos no controlables o imposiciones externas.
Hay quienes escogen la burbuja
del disfrute como criterio para evaluar todo lo que pasa. La pregunta que
repiten es sencilla: ¿esto me gusta, me satisface, me produce placer?
Otros escogen la burbuja del
servicio, y evalúan cada actividad según el beneficio que pueda producir en los
demás, sobre todo en aquellos más necesitados.
Entre las burbujas no
escogidas, están las de accidentes o enfermedades que dificultan realizar
tantos proyectos, que provocan dolores y angustias que ahogan poco a poco el
alma.
Nos damos cuenta de que unas
burbujas son buenas, en el sentido de que ayudan a las personas a vivir según
ideales nobles, con un deseo sincero de invertir la propia vida en lo que, de
verdad, vale la pena.
Otras burbujas, en cambio, son
malas, porque encierran en el egoísmo, o paralizan en el miedo, o atosigan con
ambiciones que impiden lograr una vida sana y orientada hacia el amor y la
justicia.
Por eso, a la hora de tomar
decisiones, hace falta preguntarnos si nos ayudarán a promover una buena
burbuja, o si nos aprisionarán en una burbuja dañina.
Al mismo tiempo, ante los
hechos de la vida, necesitamos proteger la mente y los corazones para que no
nos envuelvan burbujas negativas de pesimismo, envidia, mala autocompasión.
No siempre lograremos impedir
que una burbuja llegue a dañarnos, sobre todo ante acontecimientos terribles
como cuando se desata una guerra o empieza una epidemia devastadora.
Pero muchas veces, más de las
que nos imaginamos, podremos orientarnos hacia aquellos pensamientos y
decisiones que nos mantengan sanamente envueltos en burbujas buenas,
constructivas, que nos ayuden a vivir abiertos al amor de Dios y de los
hermanos.