Necesito
P. Fernando Pascual
14-7-2022
Necesito agua y comida.
Necesito medicinas. Necesito tiempo para pensar. Necesito hablar y escuchar.
Necesito aprender. Necesito cariño. Necesito perdonar y pedir perdón.
Nos damos cuenta de que esas necesidades,
y tantas otras, son diferentes. No es lo mismo decir que necesito agua, y decir
que necesito cariño.
En ocasiones, lo que percibo
como necesidad puede ser dejado a un lado. Más de una vez he dicho que necesito
salir fuera de vacaciones, y luego he descubierto que puedo pasar el verano en
casa...
En otras ocasiones, la
necesidad exige una respuesta. Si empieza un dolor extraño en la espalda o en
la rodilla, necesito atenderlo, saber de qué se trata y, cuando el dolor es
mayor, acudir al médico.
En la lista de necesidades,
aparece el horizonte religioso. No porque Dios sea una necesidad como otras,
sino porque mi corazón está orientado a algo mucho más grande y más bello
respecto de todo aquello que puedo encontrar en lo cotidiano.
En ese horizonte religioso no
solo me abro a Dios, a su acción en la historia humana, sino que también
encauzo la necesidad que da sentido a toda la vida: la de amar y ser amados.
Porque después de comer y
beber, después de estudiar y hablar, después de dormir y trabajar, mi corazón
necesita ser “saciado” en una dimensión que no se alcanza en las mil
actividades de lo cotidiano.
Esa dimensión se encuentra
solamente en Dios. Así lo expresa ese maravilloso texto tan conocido de san
Agustín, al inicio de sus Confesiones: “pues nos hicisteis para Ti, y
nuestro corazón anda inquieto hasta que descanse en Ti” (Confesiones
I,1,1).
Señor, Te necesito. Te
necesito como Creador. Te necesito como Salvador. Te necesito como Padre. Te
necesito como Amigo.
En medio de los muchos deseos
de mi corazón, Te pido que me guíes y me fortalezcas, para que oriente el
tiempo que me das en la tarea más hermosa, en la necesidad más íntima, a la que
me invitas cada día: vivir desde el amor para amar...