El poder de la humildad
P. Fernando Pascual
20-8-2022
En su tercera homilía sobre el
Evangelio según san Mateo, san Juan Crisóstomo ofrece una hermosa alabanza de
la virtud de la humildad, al mismo tiempo que avisa sobre el peligro de la vanagloria.
Lo hace al comentar la
genealogía de Jesús y, en concreto, lo que representa Rut en la lista de los
antepasados de Cristo recogida en el Evangelio.
Para Crisóstomo, Rut simboliza
a la Iglesia, como extranjera que abandona su familia y se adhiere a un nuevo
pueblo.
Además, Rut, como otros
personajes presentes en la genealogía de Cristo, muestra la sencillez de los
orígenes del Maestro, y nos invita a no gloriarnos por nuestras obras. Estas
son sus palabras:
“Considere los antepasados de
Cristo, deshinche todo su orgullo y póngalo solo en sus buenas obras. O más
bien, ni siquiera de sus buenas obras se gloríe, pues por ahí vino el fariseo a
ser inferior al publicano. Si quieres hacer alarde de una buena obra, no tengas
orgullo, y ésa será tu mejor obra. No pienses que has hecho nada, y lo has
hecho todo”.
Se trata de un hermoso
consejo, que resulta más fácil de llevar a la práctica si recordamos nuestra
condición de pecadores y cómo la humildad nos hizo justos. Así continúa el
texto de Crisóstomo:
“Porque si, siendo pecadores,
en pensando que somos lo que somos, nos hacemos justos, como sucedió con el
publicano, ¿cuánto más si, siendo justos, nos tenemos por pecadores? La
humildad, de pecadores hace justos, y eso que no hay ahí verdadera humildad,
sino simple reconocimiento de la verdad. Si, pues, el simple reconocimiento
tanto puede en los pecadores, considerad qué no hará la verdadera humildad
sobre los justos. No pierdas, pues, tus trabajos, no malogres tus sudores, no
corras en vano después de haber tocado tantas veces la meta, y resulten sin
provecho tus fatigas”.
En otras palabras, la
humildad, que ya es poderosa para el pecador, tiene un poder mayor cuando hemos
entrado en el camino de la salvación.
En este contexto, ¿cómo
considerar las cosas buenas que podamos hacer? ¿Cómo evitar el peligro de la
vanagloria? Esto es lo que dice nuestro santo:
“El Señor conoce mejor que tú
mismo tus buenas obras. Un vaso de agua fría que des, no se le pasa por alto;
un óbolo que eches en la caja, un suspiro que exhales, todo lo recibe con
grande amor, de todo se acuerda, para todo tiene señaladas grandes recompensas.
¿A qué fin haces alarde de tus merecimientos y nos los pones continuamente ante
los ojos? ¿No sabes que, si tú te alabas, Dios no te alabará, así como, si tú
te humillas, Él te exaltará delante de todos? No quiere Él que se pierdan tus
trabajos. ¿Qué digo perderse? Él no deja piedra por mover para coronarte aun
por las mínimas acciones, y anda buscando ocasiones para librarte del infierno”.
Es maravilloso, pues, el poder
de la humildad, que nos ayuda a abrirnos plenamente a Dios, que conoce nuestros
corazones, y nos permite vivir con sencillez las tareas de cada día.
Lo que hagamos mal, buscaremos
repararlo en seguida, al pedir perdón a Dios y a quien hayamos podido
perjudicar. Lo que hagamos bien, quedará en las manos de Dios, que nos ama y
conserva en su Corazón todo aquello que hayamos realizado por amor a Él y a los
hermanos...