Ser corregido y dejarse
corregir
P. Fernando Pascual
26-8-2022
No resulta fácil recibir una
corrección. Por ejemplo, cuando alguien nos dice, con una sinceridad
sorprendente, que vivimos de modo egoísta, o que no mostramos sensibilidad para
con los otros, o que estamos perdiendo muchísimo tiempo en Internet.
Pero cuando descubrimos que
una corrección nace del cariño e interés que el otro tiene por nosotros; cuando
constatamos que necesitábamos esa corrección para romper con un vicio y para
mejorar, entonces la acogemos con alegría.
Porque es sumamente triste que
los demás nos abandonen a nuestra suerte, con excusas del tipo: “ya es mayor de
edad”; “no es para tanto”; “no hay que meterse en la vida de otros”; “se va a
molestar, mejor seguir como amigos”.
Esas excusas impiden a muchos
emprender a esa aventura difícil de ofrecer correcciones buenas, de ayudar a
quien necesita un empujón oportuno para darse cuenta de un problema concreto y
para iniciar un camino de cambios profundos.
Pero cuando un familiar
preocupado por nuestro bien, un amigo valiente que desea ayudarnos, rompen con
su miedo y se lanzan a la sana corrección, recibimos una ayuda que puede ser
decisiva en algunos momentos de nuestra vida.
Ser corregido y dejarse
corregir: quizá experimentamos algo de dolor, vergüenza, sobre todo ante
ciertos temas más personales. Pero también resulta bello constatar que alguien
nos encara para que tomemos conciencia de esa mala costumbre que nos daña y que
hiere a otros.
El que mejor sabe corregir,
porque ama mucho, es Dios. Porque es Padre, porque busca que dejemos el
egoísmo, porque desea que amemos, nos corrige de maneras sorprendentes, sobre
todo gracias a su Palabra y a los consejos de tantos hermanos que nos aman.
Cuando llegue el momento de
ser corregido, con humildad y gratitud podremos acoger la invitación de quien
me pide un cambio radical en mi vida. Entonces será más fácil convertirme,
pedir perdón a Dios y a los hermanos, e iniciar el camino que conduce al amor
verdadero...