Pronósticos sobre el futuro
P. Fernando Pascual
26-8-2022
Continuamente leemos
pronósticos sobre el futuro. A veces, sobre el futuro más cercano: la economía
volverá a activarse el próximo semestre. Otras veces, sobre futuros más
lejanos: dentro de 15 años habrá computadoras que tomarán las principales
decisiones sanitarias.
Quienes formulan pronósticos,
lo hacen desde un análisis más o menos serio sobre eventos del pasado, sobre la
situación del presente, y sobre proyectos que pronto empezarán a aplicarse y a
afectar nuestras vidas.
Esos análisis, ciertamente, no
pueden cubrir todas las variables que el futuro nos depara. Por ejemplo,
algunos futurólogos habían previsto que era muy posible que hubiera pandemias,
pero no llegaron a concretar ni fechas, ni tipología de lo que hemos
experimentado a partir de diciembre de 2019 con el Covid-19...
Otros futurólogos hablan con
una seguridad sorprendente del papel que ocuparán los robots y la así llamada “inteligencia
artificial” en los próximos años. Algunos se han atrevido a afirmar que pronto
millones de seres humanos empezarán a ser innecesarios en un mundo controlado
por máquinas informatizadas...
Sin embargo, incluso respecto
al tema de la inteligencia artificial, hay tantas variables imprevisibles, y no
pocas exageraciones, que llevan a poner en duda lo que algunos pronósticos
proponen al decir cómo sería nuestro planeta cuando haya quedado “controlado”
por los algoritmos digitales...
Lo cierto es que ningún
pronóstico sobre el futuro logrará descifrar todo lo que hay en el misterioso
corazón humano, por más que haya computadoras que nos sorprendan al señalar
cuáles serían nuestras elecciones inmediatas.
Porque ese corazón tiene una
complejidad tan grande que no podrá ser eliminada ni por los mejores programas
informáticos, ni por los libros más completos de analistas bien informados
sobre muchos aspectos del mundo moderno.
Por eso, los pronósticos sobre
el futuro pueden delinear eventos que ocurrirán a corto o a largo plazo, pero
sin ninguna certeza absoluta. Porque basta, por ejemplo, con la locura de un
jefe de Estado de una potencia nuclear, para que salten por los aires no solo
los pronósticos más completos, sino incluso los planes más sencillos de miles
de millones de personas respecto de lo que comerían el día de mañana.
Constatar la indeterminación
humana no implica renunciar a buenos análisis sobre el presente y sobre lo que
podría ser el futuro, en vistas a tomar medidas para alejar males y promover
bienes.
Pero esos análisis deben
incluir, realísticamente, variables de indeterminación cósmica, terrestre y
humana, que dejan el futuro abierto a mil sorpresas imprevisibles.
Asumir lo anterior nos ayudará
a vivir con realismo lo que ocurre cada día (aunque vaya contra los mejores
pronósticos de los futurólogos), y a ponernos a trabajar dejando los resultados
en las manos de un Dios que, sin determinismos, nos ayuda a orientar los hechos
humanos como etapas para crecer en el amor a Él y a nuestros hermanos.