Ante las molestias
P. Fernando Pascual
6-9-2022
Molesta un mosquito, un día de
calor húmedo, un retraso en el metro, un altavoz a todo volumen en el piso de
arriba.
Molesta un aumento de los
precios, las restricciones ante una epidemia, el desorden en el lugar de
trabajo, la agresividad de un pariente cercano.
Son muchas las cosas que nos
molestan. Algunas, más puntuales, como en la primera lista. Otras, más
duraderas y complejas, como en la segunda.
Ante las molestias, podemos
tomar diversas actitudes: resignación, cansancio, desesperación, rabia, deseos
de revancha.
Lo importante, ante molestias
pequeñas o grandes, ante molestias del momento o duraderas, es mantener la
calma suficiente para afrontar la situación de la mejor manera posible.
Porque nada conseguimos con
quejas continuas, con nerviosismos desgastantes, con reacciones bruscas y
desproporcionadas, con fatalismos que nos paralizan.
Necesitamos, pues, ver la
situación de la manera más completa posible, identificar las opciones ante la
misma, y distinguir entre lo que agrave el problema y lo que conduzca a
soluciones eficaces.
Se aplica, en el tema de las
molestias, el consejo que encontramos en Epicteto: distinguir entre lo que no
podemos cambiar, y lo que sí podemos cambiar.
Ante lo primero, necesitamos
afrontar el golpe y no dejar que nos dañe más allá de lo que sean consecuencias
inevitables.
Ante lo segundo, necesitamos
tiempo para analizar las opciones, escoger las más pertinentes, y aplicarlas
con oportunidad y calma.
La vida está llena de
contratiempos, dificultades, molestias. Ante las mismas, podemos aplicar
aquella hermosa reflexión que Alessandro Manzoni ofrece al final de su novela Los
novios (en italiano, I promessi sposi).
El famoso novelista recuerda
que hay males (podríamos decir, molestias) que ocurren por culpa de uno o sin
culpa de uno. Lo importante, ante esos males y molestias, sería vivir con una
auténtica confianza en Dios, que “los suaviza y los convierte en algo útil para
una vida mejor”.
Así, las molestias no serán un
freno, sino un momento de maduración, de apertura a Dios, que es un Padre
bueno. También nos dispondrán mejor para ayudar a otros ante molestias y males
en los que necesitan manos amigas y corazones dispuestos a escuchar.