Ajedrez y vida espiritual
P. Fernando Pascual
20-9-2022
En el ajedrez se produce con
frecuencia una situación que puede servir para comprender mejor nuestra propia
vida espiritual.
Esa situación consiste en
tener recursos poderosos (reina, torres, caballos...) que, al mismo tiempo,
están inutilizados por bloqueos de diverso tipo: porque no tienen espacio de
maniobra, o porque el adversario controla mejor los lugares clave del tablero.
En esa situación, los recursos
(fichas), que están ahí, permanecen en situación de espera mientras no se abra
espacio (al mover otras fichas) para que puedan desarrollar todo su poder
ofensivo y defensivo.
Algo así ocurre en la vida
espiritual. Tenemos un bautismo, gozamos de una inteligencia normal, la voluntad
tiene buenas habilidades, cerca de nosotros hay libros y consejeros buenos.
A pesar de todos esos
“recursos”, por perezas, por malos hábitos, por prisas, por errores del pasado
no bien solucionados, el alma vive una extraña parálisis, casi como si no fuera
capaz de poner en marcha las propias riquezas.
Para evitar ese tipo de
bloqueos, hace falta una continua atención a las propias “jugadas” y a las
“jugadas” del enemigo, para evitar momentos en los que nuestras mejores fuerzas
pueden quedar inutilizables.
Por ejemplo, cada mañana
movemos las “fichas” de nuestro tiempo. ¿En qué lo invertimos? ¿Cómo
desplegamos nuestro bautismo? ¿Qué hacemos con ese Evangelio que tenemos a
nuestro lado o en el móvil?
A veces, con una “movida”
sencilla como la de iniciar el día con una breve oración, podemos colocar
nuestras energías interiores en una buena orientación para afrontar las movidas
que pueda hacer el enemigo.
El ajedrez, de este modo, nos
enseña la importancia de pensar bien cómo desplegamos tantos dones que Dios nos
ofrece continuamente para lograr esa victoria a la que aspiramos desde nuestra
fe: la de crecer cada día en el amor a Dios y a los hermanos...