En el metro
P. Fernando Pascual
15-10-2022
Bajamos a la estación de
metro. Cientos de personas entran, salen, corren, esperan, miran sus celulares
o leen libros.
Mientras camino por el andén,
me cruzo con esa multitud de personas que, como yo, tienen deseos, buscan
alcanzar metas concretas, aspiran a mejoras en sus vidas.
Unos van al trabajo. Tienen
prisa: quieren llegar a tiempo para evitar reproches.
Otros tienen cita con el
médico o con un funcionario de la administración pública.
Otros esperan encontrarse con
familiares para hablar, sin prisas, de lo mucho que comparten.
Hay quienes simplemente
regresan a casa, tras haber realizado lo que se habían propuesto para esa
jornada.
¿Qué llevan en sus corazones?
¿Cómo se sienten ante la vida que les ha tocado en suerte? ¿Cuáles son sus
alegrías y sus penas, sus miedos y sus esperanzas?
No podemos responder: muchos
tienen una mirada perdida, casi como si desearan ser respetados en su
intimidad.
De todos modos, alguno observa
a los demás, entre curioso e interesado, como si pretendiera entrar en los
corazones ajenos, como si fuera posible distinguir entre quienes tienen buenas
intenciones y quienes maquinan proyectos dañinos.
Aunque no nos demos cuenta,
todos estamos ahí porque Dios nos dio la existencia, y porque ese Dios nos
invita a recorrer juntos caminos de verdad, justicia y amor.
El tren llega. Un movimiento
colectivo se nota en todas partes. Se abren las puertas: unos salen, otros
entran.
Estuvimos juntos por unos
minutos. Tareas diferentes nos separan. Pero, aunque ahora nos alejamos, en el
fondo estamos unidos gracias al Amor de un Dios que es nuestro Padre de los
cielos...