Formarnos en la sensibilidad
P. Fernando Pascual
28-10-2022
Todo en nuestras vidas tiene
una dimensión formativa, en el sentido de que lo que nos pasa, lo que hacemos,
lo que sentimos, configura poco a poco, o con cierta rapidez, nuestros modos de
pensar, de escoger, de sentir.
En unas conferencias sobre la
formación permanente pronunciadas en España el año 2019, el padre Amedeo Cencini explicó la importancia de formar la propia
sensibilidad, los afectos y las emociones.
Cada ser humano tiene dimensiones
fundamentales que están en una relación continua. Entre esas dimensiones,
tenemos la inteligencia, la voluntad, y la sensibilidad.
A veces pensamos que las
facultades más importantes sean la inteligencia y la voluntad. Pero el mundo
afectivo, emocional, tiene un papel básico, incluso un poder para controlar lo
que pensamos y lo que elegimos.
De ahí surge la importancia de
formar nuestros sentimientos, como señalaba en esas conferencias el P. Cencini. Porque los sentimientos y afectos no son algo incontrolable,
sino que muchas veces dependen de actos concretos que escogemos libremente.
Así, quien opta por ver
ciertos vídeos frívolos, superficiales, incluso de mal gusto, configurará sus
emociones y sentimientos en una dirección equivocada, hasta llevarle a mirar de
modo incorrecto a otras personas con las que se encuentra cada día.
Quien lee continuamente
páginas de Internet llenas de odio hacia algunas personas concretas, hará que
su dimensión afectiva se oriente hacia sentimientos negativos de rabia, de
rencor, incluso hasta llegar a sentimientos de venganza.
Por eso es tan importante
tomar conciencia de que cada acto que realizamos plasma nuestro mundo
emocional, sea hacia una configuración dañina, sea hacia una orientación
positiva y sana.
Formarnos en la sensibilidad,
desde una visión cristiana de la vida, implica abrirse a la acción continua de
Dios. Porque si Dios nos ha creado por amor y para el amor, no deja de enviar
mensajes y ayudas para que orientemos nuestro mundo afectivo hacia lo bueno,
noble y bello.
Así se entiende mejor esa
exhortación de san Pablo: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que
Cristo” (Flp 2,5). En otras palabras, se trata de configurar nuestro
corazón como el del Maestro, para que esté lleno de bondad y de mansedumbre
(cf. Mt 11,29).
Cada día tenemos ocasiones
para formar nuestra sensibilidad. Basta con rechazar aquellas opciones que nos
orientan a sentimientos dañinos, y con estar atentos a la acción de Dios, que
en cada momento nos sugiere, suavemente, cómo vivir desde el amor y para amar.