El terrible atractivo del
poder
P. Fernando Pascual
2-1-2023
El poder tienta, porque
pensamos que con más poder tendremos más felicidad, más posesiones, más
plenitud.
Por ello, la búsqueda del
poder se convierte, en no pocas personas, en una pasión terrible, que lleva en
ocasiones a cometer injusticias más o menos graves.
Para aumentar el poder,
algunos optan por denigrar a otros, por difundir sus defectos, incluso por
calumniarlos con acusaciones falsas.
Para aumentar el poder, otros
escogen el camino del dinero: buscan cómo aumentarlo continuamente, incluso a
través de la corrupción o del robo, pues piensan que con más dinero tendrán
mayor poder.
Para aumentar el poder, hay
quienes escogen la violencia. Si se trata de reyes o presidentes, preparan
enormes ejércitos y lanzan campañas contra países a los que esperan subyugar y
luego saquear, sin escrúpulos, en sus bienes.
Incluso en el ámbito familiar,
no faltan quienes alzan la voz, amenazan, a veces golpean a otros miembros del
hogar, para someterlos a los propios caprichos y así vivir con la pretensión
continua de imponer siempre los planes personales.
Es terrible el atractivo que
ejerce el poder, porque provoca daños inimaginables en los millones de seres
humanos que acaban sometidos, hasta tener que sufrir injusticias como la
pérdida de bienes materiales, la esclavitud, o daños físicos y psíquicos que
durarán toda la vida.
Provoca, además, daño al mismo
“poderoso”. Porque todo lo que se alcanza a base de injusticias y prepotencias
acaba por destruir el corazón y la mente de quien piensa haber triunfado,
cuando en realidad se ha convertido en un egoísta miserable.
Frente a la terrible tentación
de conseguir más y más poder, necesitamos hombres y mujeres que testimonien la
belleza de otro modo de vivir, en el que el criterio fundamental no sea someter
al otro, sino amarle y servirle.
Ese es uno de los mensajes más
importantes de Cristo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como
señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así
entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro
esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20,25‑28).
El mundo ha sufrido y sufre
enormemente por culpa de quienes han buscado más y más poder a costa de otros.
En cambio, el mundo inicia un camino de salvación cuando escuchamos la voz de
Cristo, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, y aprendemos que la verdadera grandeza
de cualquier vida humana consiste en hacerse pequeño y en servir a quienes
están a nuestro lado.