Conocer y controlar el futuro
P. Fernando Pascual
20-3-2023
La humanidad ha buscado y
sigue buscando cómo conocer y controlar el futuro. En el pasado, se recurría a
adivinos, oráculos, y otras personas consideradas como hábiles para predecir
hechos y proponer acciones para “controlarlos”.
En el presente, se hacen planes
y proyectos, se organizan reuniones de científicos y expertos de diversas
disciplinas, para tener datos más o menos claros que indiquen hacia dónde va el
planeta y cómo conseguir un futuro aceptable.
Además, el uso de grandes
computadoras, de redes como Internet, incluso de programas y aparatos conocidos
como “inteligencia artificial”, hace que se difunda la idea de que un día todo
podrá estar previsto y controlado.
La realidad, sin embargo,
desmiente una y otra vez a quienes, con seguridad sorprendente, afirman conocer
el futuro y estar en condiciones de controlarlo.
Bastaría con imaginar, de modo
semejante a lo narrado en novelas o películas, qué ocurriría si una computadora
o robot consiguieran tener en sus manos todos los datos del universo, de las
neuronas, de los sentimientos, para luego decidir cada paso según proyectos muy
bien definidos.
Imaginar lo anterior es
imaginar algo imposible, porque por más potentes que sean los programas
informáticos y los procesadores, nunca serán capaces de reunir y gestionar todo
lo que ocurre en el universo.
Sobre todo, nunca podrán tener
un cuadro completo sobre esa complejidad de hechos que ocurren en cada ser
humano, con sus ideas, cambios de humor, reacciones, y, sobre todo, con su
libertad abierta a un sinfín de opciones.
Es cierto que muchas de las
decisiones que tomamos pueden ser más o menos previsibles, y en ese sentido no
hace falta una computadora para saber que esta persona tomará hoy el ascensor
para subir a su piso en vez de optar por las escaleras.
Pero también es cierto que esa
misma persona puede recibir informaciones y “procesarlas” de maneras muy
variadas, hasta el punto de que no solo hoy renuncie a usar el ascensor, sino
que puede tomar la decisión de abandonar la ciudad para vivir con unos
parientes en el campo.
El sueño, del pasado y del
presente, que aspira a conocer y controlar el futuro es vano, y se estrellará
una y otra vez con hechos imprevisibles en el mundo natural y de las complejas
sociedades humanas.
Sobre todo, ese sueño nunca
podrá comprender el misterio insondable de la libertad humana, que permite a
una persona que haya vivido durante años como egoísta, dar hoy un paso de
gigante para salir de sí mismo y abrirse al amor y al servicio de los demás...