Esperar buenas noticias
P. Fernando Pascual
27-3-2023
La sequía se hace larga. La
guerra no termina. Los precios suben semana tras semana. Quiebran bancos y
empresas. El paro aumenta cada semestre.
Frente a noticias que
oscurecen el horizonte, esperamos buenas noticias que enciendan un poco de
esperanza.
Esperamos la noticia de una
borrasca que traerá lluvias generosas, la noticia del inicio de conversaciones
de paz, la noticia de un reajuste de los precios hacia abajo.
Sabemos, sin embargo, que las
buenas noticias no siempre llegan, o llegan tarde, o llegan no como habíamos
esperado.
Entonces se produce un extraño
desasosiego. Parece que los problemas tienen una fuerza terrible, y que las
opciones de mejoras están lejos.
A pesar de que las buenas
noticias no llegan, las necesitamos. Porque la vida se hace gris si las
dificultades aumentan, si el hambre se asoma amenazadoramente en el horizonte,
si la enfermedad empeora por semanas.
Sabemos que nuestros deseos
parecen muy frágiles para cambiar la marcha de los hechos. Esperar buenas
noticias no basta para que se produzcan.
Pero también podemos tener
encendidas esperanzas humanas que sostengan nuestros buenos esfuerzos y nos
impulsen a promover belleza y justicia a nuestro alrededor.
Eso, desde luego, no es
suficiente. Por eso, nos abrimos a la verdadera esperanza, la que reconoce la
existencia de un Dios bueno que ya ha intervenido en la historia humana.
Porque la respuesta a la larga
lista de sufrimientos y males de la humanidad fue dada cuando el Hijo del Padre
se encarnó en la Virgen María, cuando murió y resucitó “por nosotros los
hombres y por nuestra salvación”.
Esa es la “gran esperanza” del
cristianismo, como recordó Benedicto XVI en su encíclica Spe
salvi. Esa es la verdadera buena noticia que nos
sostiene y anima ante cualquier situación humana, con la certeza de que el
Señor un día volverá como premio para quienes se dejaron amar y aprendieron a
amar con alegría...