Cuando se pierden las llaves
P. Fernando Pascual
3-4-2023
Se pierden las llaves del
armario, de la maleta, del coche, incluso de la propia casa.
Es un momento difícil, sobre
todo si hay una situación de emergencia, si uno llega a casa y las llaves no salen
del bolsillo...
En seguida surgen las
preguntas: ¿cómo se perdieron? ¿Se trata de mi culpa? ¿Alguien me distrajo y al
final no supe dónde quedaron las llaves?
Mientras, hay que afrontar la
situación serenamente. No tiene sentido desesperarse, o lanzar acusaciones
contra otros o contra uno mismo. Hay que poner remedio al problema.
Cuando aparecen las llaves, en
un rincón de la casa, en el fondo de un abrigo, o simplemente en el parque
donde la familia pasó un rato de descanso, se produce alegría y alivio:
volvemos a la situación inicial.
Pero queda en el corazón
alguna pena y, en ocasiones, reproches, al reflexionar y concluir que faltó
prudencia, que las prisas llevaron a la pérdida de las llaves, que era posible
evitar aquel pequeño drama.
Lo importante es seguir
adelante: las llaves no son todo en la vida, y existen, gracias a Dios,
alternativas mientras no aparecen las llaves.
Además, uno puede aprender a
ser más cuidadoso, a poner orden en sus cosas, a no usar pantalones con
bolsillos agujereados, a guardar las llaves en lugares más seguros.
La vida, desde luego, vale
mucho más que unas llaves. Por eso, cuando se pierden las llaves, podemos
detener un poco ese frenesí que nos lanza a mil ocupaciones. Así tendríamos más
tiempo para reflexionar sobre lo frágil que es todo lo humano y para invertir
en lo único que vale la pena.
Porque, aunque perdamos unas
llaves importantes, lo único importante es acoger las llaves del Reino de los
cielos que nos ofrece Cristo con su misericordia, para mantener siempre abierto
el corazón a lo que da el verdadero sentido a la existencia humana...