Encajar las contrariedades
P. Fernando Pascual
27-6-2023
Hasta los planes más
detallados no son capaces de controlar los imprevistos que aparecen en el
horizonte del futuro y se concretizan en el presente.
Entre esos imprevistos,
algunos cambian todos los planes. Son verdaderas contrariedades que nos obligan
a cancelar una cita importante, a posponer el inicio de una terapia, a
renunciar a las vacaciones, incluso a tener que reorganizar la propia vida ante
un despido insospechado.
No resulta fácil encajar las
contrariedades que se van presentando, sea en lo personal (una gripe
fulminante), sea en las relaciones con otros (la ruptura de una amistad que era
especialmente significativa).
Nos gustaría encontrar modos
para prevenir contratiempos. Pero por más que nos esforcemos para “controlar”
los hechos futuros, siempre escapan a nuestras previsiones mejor elaboradas.
Ello nos impulsa a introducir,
cuando miramos hacia el futuro, algunas medidas para paliar daños y para
afrontar contrariedades más o menos imaginables.
Lo hacemos, por ejemplo,
cuando anticipamos la salida de casa para una cita importante en vistas a que
pueda caer un chubasco que bloquee seriamente el tráfico de la ciudad.
Otras veces, sin embargo,
surgen contrariedades por sorpresa, incluso algunas que cambian completamente
los planes del día, de la semana, o de todo el año.
Basta con recordar esos
momentos terribles de las primeras noticias sobre el Covid-19. Muchas personas,
todavía en febrero de 2020, compraban billetes de tren, de barco o de avión
para ese verano. La pandemia hizo saltar millones de planes y tuvimos que
reajustar los sueños y proyectos mejor planeados.
Cuando llegan esas
contrariedades que no fuimos capaces de prever por imprudencia, por prisas, o
porque realmente eran totalmente imprevisibles, necesitamos aprender a
encajarlas, a reorganizar el tiempo y las actividades ante el nuevo panorama
que acaba de hacerse presente.
Habrá contrariedades que nos
causen daños no pequeños, en lo físico y, sobre todo, en nuestro estado de
ánimo. Pero no podemos rompernos ante las mismas.
Con realismo, con humildad,
con fortaleza, y con mucha confianza en Dios, aprenderemos a ser como esas
espigas que, ante un viento impetuoso, giran a un lado y a otro, sin romperse,
y conservan siempre esos granos que son la esperanza para la comida del
mañana...