Preguntas
P. Fernando Pascual
26-10-2023
Preguntamos por el clima, por
el fútbol, por la guerra, por la familia, por los amigos, por el trabajo.
Preguntamos a otros, o nos
preguntamos a nosotros mismos en momentos de reflexión o, simplemente, cuando
susurramos: ¿dónde puse las llaves?
Las preguntas que formulamos a
veces necesitan una respuesta urgente: doctor, ¿es grave lo que tengo?
Otras veces lanzamos al aire
una pregunta simplemente como una curiosidad sin mayores pretensiones: ¿cómo se
llama ese pájaro que escuchamos desde casa al atardecer?
Formulamos preguntas, y nos
llegan preguntas. No siempre podemos responder a quien nos pregunta como
desearíamos, porque no sabemos, o porque sospechamos que la pregunta esconde
intenciones no claras.
El mundo está lleno de
preguntas. Incluso en internet, los buscadores reciben una y otra vez preguntas
de todo tipo: ¿cuándo llegan las rebajas? ¿Habrá huelga este viernes? ¿Qué
dieta seguir para recuperar la ferritina?
Una vez formuladas las
preguntas, esperamos encontrar respuestas. Queremos que sean buenas, que nos
ayuden desde la verdad, que orienten nuestra mente y nuestro corazón en este
momento concreto del día.
No siempre llega la respuesta
que esperamos. El doctor no se atreve a bajar a detalles y se conforma con unas
palabras genéricas: “vamos a ver cómo evoluciona la situación en los próximos
15 días”.
Otras veces recibimos una
respuesta cruda, difícil. Aquel que considerábamos como amigo acaba de
responder con una negativa seca a nuestra petición de ayuda.
Entre las preguntas, el
corazón mira al cielo y desea encontrar una respuesta completa, necesaria,
sobre ese gran tema: ¿tiene sentido la vida?
Solo Dios puede dar la
respuesta completa a esa pregunta íntima, que formulamos mientras esperamos la
llegada del sueño, o cuando estamos atorados en un atasco que no parece tener
fin.
Muchos ya han encontrado la
respuesta definitiva, gracias a un Maestro, Hijo de Dios e Hijo de María, que
nos dijo un día: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida...” (Jn 14,6).