Descubrir los motivos de
nuestras acciones
P. Fernando Pascual
1-12-2023
La propuesta ética de Kant ha
sido objeto de numerosos estudios y ha recibido críticas positivas y negativas.
Sin entrar en los detalles de
una propuesta compleja y llena de matices, hay un aspecto del pensamiento
kantiano que puede ser de utilidad para conocer mejor si vivimos de un modo
verdaderamente ético.
Kant propone analizar cuáles
son las máximas desde las cuales realizamos acciones decididas libremente, y si
tales máximas serían buenas o imperfectas.
Pensemos en alguien que evita
decir una mentira por miedo a ser descubierto y a perder la fama.
Objetivamente, está haciendo
algo bueno: no miente. Pero Kant observaría que su máxima es imperfecta y corre
el riesgo de llevar hacia comportamiento equivocados.
¿Cuál sería esa máxima? No
hagas aquello que puede ser descubierto por otros que te pueden “castigar” o
condenar de algún modo.
¿Por qué esa máxima sería
incorrecta? Porque dejaría un espacio abierto a la posibilidad de mentir si uno
llega a tener una buena certeza de que no sería descubierto...
Entonces, ¿cuál sería la
máxima correcta? Kant indicaría (y en esto puede ser criticado) que solo es
correcto no mentir porque resulta un deber, sin ulteriores especificaciones.
En realidad, Kant tiene razón
en denunciar que tenemos máximas erróneas, que no son realmente éticas. Pero su
propuesta sobre cómo obtener máximas buenas resultara insuficiente.
Porque, en el caso de las
mentiras, no basta con decir que es un deber no mentir, sino que hay que
explicar cuál sería el mal objetivo de decir mentiras y por qué y cuándo
estamos llamados a decir la verdad.
A pesar de la insuficiencia de
la propuesta kantiana, mantiene su validez el esfuerzo por ser honestos con
nosotros mismos para sacar a la luz las motivaciones reales (las máximas) de
nuestras decisiones.
Desde ese esfuerzo, asimilable
a lo que algunos llaman “examen de conciencia”, podemos vislumbrar aquellas
máximas egoístas o imperfectas que nos pueden desorientar éticamente, y buscar
el modo concreto para conocer, aceptar y vivir máximas correctas que nos
orienten a lo que hace realmente ética cualquier vida humana: las que nos
llevan a amar a Dios y al prójimo.