Vencer las tentaciones desde
el amor
P. Fernando Pascual
1-12-2023
Las tentaciones llegan de
muchas maneras a nuestras vidas. En ocasiones, son tan poderosas que nos parece
casi imposible resistir.
Por eso resulta fácil ceder
ante esas tentaciones de la carne, que tanto debilitan nuestro corazón, hasta
hacernos esclavos.
O ante las tentaciones de la
lengua: basta muy poco para ridiculizar y herir la buena fama de un familiar o
de un conocido.
O ante las tentaciones de la
ira y del odio, con su séquito de heridas en el propio corazón, y de acciones
que pueden llevar incluso a guerras como las que explotan en tantos lugares del
planeta.
O ante las tentaciones de la
avaricia, con ese apego desmedido al dinero y a bienes materiales, hasta
hacernos insensibles a las necesidades de otros.
¿Es posible vencer ese
incesante ataque de las tentaciones, sobre todo cuando ya hemos “pactado” con
ellas de modos más o menos explícitos?
Hay diversos consejos que nos
ayudan a vencer la tentación y a vivir cerca de Dios y abiertos al amor de los
hermanos.
Entre esos consejos, uno
consiste en afrontar las tentaciones desde el recuerdo de lo mucho que Dios nos
ama.
Así lo explicaba un autor
anónimo de hace varios siglos: a la persona tentada “le resulta suficiente
saber que [esta tentación] no agrada a Dios; y, por el amor con el cual se
siente amada y al cual quiere responder con todo el amor de su corazón,
permanecerá firme en su buen propósito y sabrá decir su «no» humilde y firme a
la tentación”.
En ocasiones, por desgracia,
cedemos a la tentación. El autor anónimo antes citado recomienda, entonces, lo
siguiente: “Si le ocurre que cede [ante la tentación], en seguida irá a pedir
perdón al Señor, no como un siervo rebelde que teme los azotes, sino como un
hijo apenado por haber ofendido a un padre tan bueno. Y este, que es el
verdadero dolor, purifica el alma y la aleja del peligro de recaer”.
Vencer las tentaciones desde
el amor: podemos hacerlo, porque hemos podido ver, tocar, experimentar tantas
veces ese continuo amor de Dios, que es un Padre lleno de misericordia, siempre
dispuesto a perdonar y a ayudar a cada uno de sus hijos.
(Los textos aquí traducidos al
español proceden del siguiente libro: Maestro di San Bartolo, Abbi a cuore il Signore, San Paolo, Cinisello Balsamo 2020, pp.
90-91).