Del quisiera al quiero
P. Fernando Pascual
1-2-2024
Ocurre con cierta frecuencia.
Vemos algo como bueno. Quisiéramos llevarlo a cabo. Pero por miedo, o por
pereza, o por distracción, todo queda en simples deseos.
Pensemos en un tema de cierta importancia:
donar sangre. Uno reconoce que es algo bello, que vale la pena, que resultaría
posible porque goza de buena salud.
Ese excelente deseo queda
aparcado por meses, quizá por años, porque se limita a un quisiera nunca
concretado en una decisión firme y operativa.
Esa persona puede tener un
conocido o un amigo que dona sangre y empieza a animarle.
“No es tan difícil. La primera
vez cuesta un poco más, pero luego el cuerpo se acostumbra. Son pocos minutos.
En ese hospital lo hacen muy bien”.
Tal vez, ante esas palabras
tranquilizadoras, el “quisiera” empieza a madurar, a acercarse al “quiero”.
Incluso el indeciso aspirante
a donador responde a su amigo: “avísame cuando vayas la próxima vez, por si
puedo acompañarte”.
Llega esa ocasión, el amigo
invita, pero... pero el “quisiera” todavía no está maduro y encuentra excusas
para posponer la “aventura de donar”.
Nos damos cuenta, entonces, de
que no basta un querer débil, como tampoco vale un querer ayudado por buenos
consejos. Hace falta un empuje decisivo para llegar al “quiero” verdadero,
concreto, operativo.
Cuesta pasar del quisiera al
quiero, pero no es algo imposible. Incluso se hace más fácil cuando vemos
concretamente cómo llevar a cabo algo bueno rompe perezas y enciende el corazón
de alegría.
Vale la pena, en una sencillo
examen de conciencia, delante de Dios, preguntarnos si hay “quisieras” buenos
que esperan ese paso decisivo que lleva al “quiero” concreto y eficaz.
Luego, con humildad,
confianza, y prudencia, seremos capaces de dar un sí a un proyecto valioso, con
el que abriremos en el mundo un pequeño surco, concreto y asequible, que genere
belleza y esperanza...