Actuar desde objetivos buenos
P. Fernando Pascual
13-3-2024
Todo lo que hacemos
conscientemente busca alcanzar un objetivo, una meta.
Si caminamos, es para estar en
forma o para visitar a un familiar. Si comemos, es para mantenernos fuertes. Si
trabajamos, es para traer dinero a la familia.
En ocasiones, surge la
pregunta: ¿son buenos todos mis objetivos?
Nos gustaría responder
afirmativamente, pues tenemos un deseo íntimo de orientar la propia vida hacia
lo bello, lo noble, lo bueno.
Pero en ocasiones notamos que
hay objetivos no del todo sanos, o que se mezcla, en un objetivo bueno, otro
negativo.
Pensemos en ese objetivo tan
común entre millones de trabajadores: conseguir dinero para los planes
personales y la familia.
De repente, en el horizonte
aparece un manera concreta (un objetivo) para ganar dinero fácil pero de modo
deshonesto.
Surge así el gran peligro del
pecado, de la injusticia, de la corrupción. Sentimos la fuerza de una meta
errónea que “facilita” conseguir otras metas, incluso buenas.
Es fuerte la tentación de
hacer algo malo para luego obtener algo bueno. Pero nos damos cuenta de que, en
el fondo, así nos destruimos y dañamos a otros.
Por eso, necesitamos
continuamente evaluar lo que hacemos para purificar todo deseo equivocado, y
para escoger solo aquellas acciones que son buenas y que nos permiten alcanzar
objetivos sanos.
Todo lo que hacemos nos
configura de un modo o de otro, como han explicado tantos pensadores del pasado
y del presente.
En este día, antes de actuar,
necesito mirar mi corazón, ver si tengo objetivos buenos, arrancar posibles
fines desviados, y buscar esa meta que da sentido a la vida humana: hacerlo
todo desde el amor de Dios y desde el amor a los hermanos...