Cambiamos continuamente
P. Fernando Pascual
19-3-2024
Desde la concepción, nuestras
vidas cambian continuamente, muchas veces sin que nos demos cuenta.
Hay cambios en el número de
células, en el desarrollo de los órganos y los tejidos, en los modos de comer y
de dormir, en el aprendizaje de un idioma o de nuevas ideas.
Hay cambios también en mis
decisiones: cada una me configura y orienta hacia horizontes nuevos.
Los cambios pueden ser para
peor: una enfermedad, un vicio, una herida recibida en lo más íntimo del alma.
Los cambios pueden ser para
mejor: curarse, configurar una virtud, emprender una tarea en la que ayudo a
otros y me hace más solidario y más generoso.
Cambiamos continuamente,
incluso en las omisiones: lo que dejo de hacer acumula tensiones, genera
desorden, provoca daños en otros o en uno mismo.
Por eso, necesito evaluar con
frecuencia qué cambios se han producido en mi vida, cómo me afectan, cuáles
dependen de mí y cuáles no están bajo mi control.
Al evaluar los cambios,
resultará posible comprender la trayectoria que toma mi vida, el tesoro que
almacena mi corazón.
Siempre puedo buscar ayuda en
buenos consejeros, para que me asesoren a la hora de escoger aquellas acciones
y aquellas amistades que me lleven a cambios buenos.
Puedo, sobre todo, pedir a
Dios que oriente mi mente, que enamore mi corazón, que me guíe antes de tomar
nuevas decisiones.
Desde una reflexión profunda,
desde un corazón abierto al bien y la belleza, desde la ayuda de Dios y de
quienes me aconsejan sabiamente, podré orientarme en medio de tantos cambios
para conseguir la meta que da sentido a toda la existencia humana: el encuentro
con un Padre que me ama...