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NACIMIENTO DE JESÚS
Es noche cerrada,
no hayan cobijo,
la mujer está embarazada,
pronto nacerá su hijo,
pero no hay posada,
su dolor ya es casi fijo,
ella está atemorizada,
el mundo no es prolijo.
Un establo encuentran,
con una mula y un buey,
sin pensarlo en él entran,
para esperar al rey,
en un pajar se sienta,
y expresa: ya sabéis,
que la fe me sustenta,
José, triste no estéis.
La noche es fría,
el viento ruge,
no duerme María,
el buey le muge,
la mula nada le hacía,
y a José le urge,
acondicionar al Mesías,
que entre pajas surge.
El frío es intenso,
no hay puerta ni ventana,
el silencio es denso,
los dos esperan la mañana,
el deseo es inmenso,
la aurora está cercana,
José está muy tenso,
María no contiene sus ganas.
Suena un infantil llanto,
el Mesías ha nacido,
en Él no hay quebranto,
no llora compungido,
¡Hijo, te quiero tanto,
gracias por haberme elegido,
Señor, mi amor es un canto,
de mi vientre florecido!.
Extasiada lo mira,
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y aprieta contra su pecho,
su alma suspira,
aconteció el Hecho,
el ansia expira,
todo lo ha hecho,
el corazón se le estira,
con tan buen provecho.
José se queda,
gozoso y aturdido,
cuando comprueba,
que ya ha nacido,
sus manos elevan,
al Mesías prometido,
sus plegarias renueva,
por haberlo conocido.
Un estrella en el cielo,
señala el camino,
llevando consuelo,
al fiel peregrino,
en un frío suelo,
el Cordero divino,
Hijo de Dios verdadero,
inicia su terrenal destino.
Un pesebre fue la cuna,
de paja su colchón,
el viento y la luna,
testigos de su encarnación,
sin atención alguna,
con sólo la emoción,
que en sus padres son una,
una inmensa satisfacción.
El buey y la mula,
la mula y el buey,
mecen la cuna,
de Cristo Rey,
las estrellas acunan,
y rodean al "Agnus Dei",
para que todos se reúnan,
y formen su grey.
Llegaron los pastores,
todos para adorarle,
llenos de fervores,
querían visitarle,
nacieron las flores,
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para al establo adornarle,
y al Niño de sus amores,
alegrar y acompañarle.
Magos de Oriente,
también vinieron,
con varios presentes,
que al Niño ofrecieron,
un cometa reluciente,
se lo permitieron,
y aunque fue sorprendente,
al fin lo consiguieron.
Antonio Rodríguez Mateo