SANTO CRISTO DE LA REDENCIÓN
Vacilante es su paso,
cansino y agotador,
su hombro lleva cargado,
la cruz de la redención.
Tiene los pies hinchados,
doliéndole el corazón,
y el rostro amoratado,
a causa de la traición.
El Calvario está esperando
y pocas fuerzas le quedan,
pero sigue y sigue andando,
sin nada que le detenga.
Su frente sigue sudando,
sangre de gotas gruesas,
pero sigue caminando,
con la cruz que lleva a cuesta.
Tres veces ha tropezado,
y las tres se ha caído,
las tres se ha levantado,
continuando su camino.
Por la multitud es increpado,
con insultos sibilinos,
que se los lleva clavado,
en su pecho cristalino.
El arma de su muerte,
la lleva sobre su hombro,
agarrada muy fuerte,
y eso les causa asombro,
a la vocinglera gente,
que quieren verlo muy pronto,
nadando contra la corriente,
como un muñeco roto.
Santo Cristo de la Redención,
quisiera ser tu Cirineo,
y ayudarte con mi amor,
a llevar tan pesado madero;
yo, que soy el peor,
de los que no tienen remedio,
déjame por favor,
poder ser tu costalero.
Antonio Rodríguez Mateo