SANTÍSIMO CRISTO DE LA LANZADA
Silva el viento,
en la oscura noche,
rompiendo el silencio,
aceros de broche,
un Hombre ha muerto,
clavado al poste,
con los brazos abiertos,
sobre madero al corte.
Un caballo se aproxima,
sobre él un romano,
y en la noche brilla,
el acero de su mano,
al Crucificado mira,
sin importarle el llanto,
de la mujer que suspira,
levantando los brazos.
Prieta la lanza,
también las rodillas,
su brazo levanta,
y al Hombre acuchilla,
el acero se mancha,
al romper sus costillas,
y tanto le impacta,
que la cabeza humilla.
Tras la lanzada,
se abre el costado,
un flujo desata,
que altera al soldado,
la cabalgadura se espanta,
y el acero ha rodado,
y polvo levanta,
de un suelo mojado.
La noche llora,
las sombras pululan,
gime la Señora,
su pena le apura,
el dolor la devora,
la noche es oscura,
su rostro se acalora,
su rostro se demuda.
Parroquia de los Dolores,
muros nazarenos,
níveos colores,
perfiles extremos,
silencios trovadores,
flujos marineros,
Cristo de mis amores,
caminos y senderos.
Antonio Rodríguez Mateo