DESCRIBIR A RESIGNACIÓN
Escribir del amor,
es bonito y gozoso,
pero si es de Resignación,
se torna glorioso,
tal es el candor,
en su rostro virtuoso,
de sereno dolor,
y llanto en los ojos.
Cómo describir,
el fulgor de su mirada,
su cara de marfil,
y alma inmaculada,
o el verla salir,
de una iglesia abarrotada,
ya sea en el mes de Abril,
o Marzo de Santa Semana.
Sus ojos apenados,
por tanto sufrir,
sus dientes nacarados,
más lindos que el rubí,
los labios sonrosados,
que no cesan de gemir,
y el rictus angustiado,
por haberlo visto morir.
Su pecho encogido,
enervado de dolor,
el manto ceñido,
a su frente de primor,
el entrecejo fruncido,
de un modo abrumador,
y el gesto compungido,
pálido y sin color.
Sus lágrimas rodar,
de forma incesante,
su apesadumbrado mirar,
de manera suplicante,
la corona brillar,
ceñida como guante,
a su sienes para amparar,
a este mundo errante.
El rostrillo apretado,
sobre su garganta,
sus ojos en los clavos,
que en el suelo descansan,
los puñales clavados,
en su corazón sin calma,
y decirle emocionado,
Resignación de mi alma.
Antonio Rodríguez Mateo