Un adelanto del Cielo
¿Comodidad o Felicidad?
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Hacer el bien no siempre resulta agradable, pero siempre
resulta satisfactorio. Romper la inercia de nuestro modo de vivir
puede costar esfuerzo. Sin embargo, como decía San Josemaría, la
felicidad no consiste en llevar una vida cómoda, sino una vida
enamorada. El Papa Benedicto XVI escribía que cuando el hombre
no vive dándose en el amor, su vida se ve frustrada.
2) Para pensar
Transcribo el testimonio de un estudiante que nos revela ese
secreto que esconde el servicio.
Venían las vacaciones y yo esperaba un tiempo cómodo:
levantarme tarde, ver televisin, desvelarme con mis amigos… sin
embargo un amigo me insisti en que lo acompaara a… África.
Sería prestar ayuda a unas religiosas. Me costó aceptar y lo hice
más por amistad que por gusto.
Cuando llegamos a Nairobi, Kenia, nos preguntábamos cómo
unos inexpertos universitarios podríamos ayudar en aquella África
polvorienta y calurosa. Quizá arreglando tejados o pintando, pero no
teníamos experiencia en ello. En fin, haríamos lo que pudiéramos.
No sabíamos que realmente nosotros recibiríamos mucho más de lo
que logramos dar: tuvimos la suerte de entrar en un mundo pobre,
a través de un alojamiento para niños moribundos de las Hermanas
de la Caridad.
Entramos en aquella casucha, un tugurio sin muebles, con
poca luz. Contrastaban las hamacas llenas de niños enfermos y
lloriqueando con los limpísimos trajes talares blancos y azules de las
Hermanas de la Caridad, quienes rebosaban alegría. Nunca había
visto nada así. Mis compañeros se esparcieron por las estancias,
siguiendo a distintas monjas, que requerían su asistencia.
Yo me quedé bloqueado, en mitad de la habitación. Una
hermana me preguntó en inglés: “¿Has venido a mirar o quieres
ayudar?” Sorprendido por tan directa pregunta, balbuceé: “A
ayudar…”
Me sigui diciendo: “¿Ves a ese nio de allí, el del fondo que
llora?” En efecto, lloraba desconsoladamente, pero casi sin fuerza.
“Sí, ése”, le dije sealándolo. “Bien: tómalo con cuidado y
tráelo. Lo bautizamos ayer”. Lo noté con una fiebre altísima. El niño
tendría un par de años. “Ahora tómalo y dale todo el amor que
puedas”. Me excuse diciendo: “No entiendo…”. “Sí, que le des todo
el cariño de que seas capaz, a tu manera”. Y me dejó con el niño.
Entonces hice lo que se me ocurrió: le canté, lo besé, lo arrullé…
Por fin dejó de llorar, me sonrió, se durmió.
Al cabo de un rato, busqué llorando a la hermana: “Hermana:
no respira”. La monja certificó su muerte: “Ha muerto en tus
brazos… Y tú le has adelantado quince minutos con tu cario el
amor que Dios le va a dar por toda la eternidad”.
Esas palabras me abrieron el entendimiento. Comprendí tantas
cosas: el cielo, el amor de mis padres, el amor de Jesús, los detalles
de afecto de mis amigos…
Mi viaje a Kenia supuso un antes y un después en mi vida.
Ahora sé que todos tenemos “Kenias” a nuestro alrededor para dar
amor cada día. No hay que viajar a Kenia para saber que podemos
adelantar y dar el amor que Dios nos tiene.
3) Para vivir
Podemos esforzarnos por imitar el principio de vida que tenía
la fundadora de las Misioneras de la Caridad, la beata Madre Teresa
de Calcuta, cuando decía: “Voy a pasar por la vida una sola vez,
cualquier cosa buena que yo pueda hacer o alguna amabilidad que
pueda hacer a algún humano, debo hacerlo ahora, porque no
pasaré de nuevo por ahí”.
(e-mail: articulosdog@gmail.com)