SANTÍSIMO CRISTO DEL AMOR
Jesús en el Tabernáculo,
instituyó la Eucaristía,
a Pedro le otorgó el báculo,
de la Iglesia que nacía,
realizó un oráculo,
que el hombre recibía,
como un bello receptáculo,
para su pan de cada día.
Tomó pan y vino,
diciendo con amor:
Yo soy el peregrino,
y el Cordero de Dios,
cumpliré mi destino,
conducente a la salvación,
Yo soy el camino,
seguid mi peregrinación.
Mi cuerpo en pan,
desde hoy lo tendréis,
no vayáis a olvidar,
que conmigo lo coméis,
mi sangre igual,
también la beberéis,
al vino transformará,
si vosotros lo queréis.
Cristo magnificó su amor,
ofrecido en su última cena,
pan y vino convirtió,
en carne y sangre nazarena,
a sus discípulos reunió,
alrededor de su mesa,
y a todos les anunció,
que su vida estaba presa.
En el Corazón de Jesús,
se reproduce este momento,
con exacta pulcritud,
esencia y sentimiento,
Jesús en actitud,
de hacer su ofrecimiento,
del Pan de la Luz,
y del Vino sangriento.
La tarde declina,
el día languidece,
en dorada canastilla,
a Cristo lo mecen,
la noche se ilumina,
cuando Él aparece,
en la imagen divina,
que el Polvorín guarece.