El Humanismo cristiano a favor de la dignidad de la mujer
Ángel Gutiérrez Sanz
Vivimos en un mundo de desigualdades en el que a la mujer le está tocando la peor
parte. Es más probable ser pobre si se es mujer que si se es hombre, es más
probable que la mujer sufra también violencia y malos tratos, es más probable que
sufra discriminación educativa y otras muchas más . El 70% de los que sufren
pobreza extrema son mujeres. El 70% de los niños analfabetos son mujeres. Según
el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su informe 95 ,
no hay actualmente ninguna sociedad donde las mujeres dispongan de las mismas
oportunidades que los hombres, si bien esta desigualdad es más sangrante en unas
sociedades que en otras.
En este asunto de la igualdad que ahora nos ocupa no se puede decir que todo se
haya conseguido. Falta mucho por hacer. Aún existen países sobre la Tierra en los
que la mujer sigue estigmatizada y el mero hecho de haber nacido mujer es una
desgracia, que no solamente la sociedad lamenta, sino también la propia familia. En
países de Iberoamérica, Asia y África no es fácil ser mujer; incluso podríamos decir
que en todos los países de la Tierra la mujer sigue estando discriminada.
Es un hecho que el colectivo femenino constituye el grupo de exclusión más
numeroso; ello sería razón suficiente para tomarnos en serio este asunto y
considerarle como una de las principales tareas para afrontar en los próximos años.
Desde luego a los católicos este hecho no nos resulta indiferente. El Humanismo
cristiano en su conjunto, aunque se piense lo contrario siempre ha salido en
defensa de la mujer y seguirá haciéndolo
Aún con todo, son muchas las conquistas logradas en el siglo XX a favor de la
mujer: derecho al voto, incorporación activa a la vida laboral, participación en la
política y en las decisiones públicas, etc. Muchos logros han sido también los
conseguidos en el campo de la educación, aunque todavía falte mucho por hacer.
Tanto ha sido lo conseguido que al siglo XX se le conoce ya como “el siglo de la
mujer”. Es importante que en la conciencia de los hombres se haga cada vez más
presente el sentimiento de acabar con esta lacra.
En cualquier caso es a la mujer a quien en primer lugar le corresponde tomar
conciencia de la situación en que se encuentra y luchar por esa dignidad que le
corresponde. Las madres tienen un papel importante que cumplir como educadora
de sus hijos y de sus hijas y la mujer en general ha de saber que
inconscientemente está ella misma favoreciendo al machismo. Lo favorece cuando
imita las peores actitudes y comportamientos del hombre, olvidándose de su
excelencia moral y religiosa que siempre ha estado muy por encima del hombre,
favorece al machismo cuando se emborracha, blasfema, se droga, se entrega al
desenfreno, haciendo que en la interrelación hombre-mujer vaya quedando poco de
cariño y mucho de sexo, es así como se ha perdido lo más bonito y romántico del
amor. La mujer está favoreciendo al machismo cuando se masculiniza, perdiendo
su propia identidad, cuando se contagia de la violencia vulgaridad y grosería de los
hombres. Está favoreciendo al machismo cuando de sus labios salen las mismas
expresiones obscenas y sexistas, lo cual no sólo es que sea de pésimo gusto, sino
que resulta estúpido y ridículo, pues ¿qué sentido puede tener que la mujer utilice
para sí y rinda vasallaje en frases hechas, a unos atributos masculinos que no le
pertenecen, mientras infravalora los que le son propios?. La mujer nunca debió
renunciar a ser mujer para ser un hombre más , tal y como proclama la nefasta
ideología de género. Igualdad con el hombre sí, pero siempre que quede a salvo la
propia identidad femenina.
No hace falta renunciar a la dignísima condición de mujer para alcanzar esa tan
ansiada meta de la igualdad social, jurídica y laboral que en justicia le pertenecen.
Estamos en el camino de conseguirlo, pero hemos de saber hasta donde ha de
llegar el compromiso y que precio hay que pagar por ello. Nuestro mundo necesita
de las mujeres con sus derechos reconocidos En la Unión Europea comienza a ser
una prioridad política conseguir el objetivo de igualar en oportunidades al hombre y
a la mujer. Si el siglo XX fue el siglo de la mujer, bien pudiera ser que el siglo XXI
fuera el siglo de la total igualdad de la mujer co n el hombre: igualdad jurídica,
social y económica. Igualdad en razón de una misma dignidad humana compartida.