¿Hablamos más y escuchamos menos?
P. Fernando Pascual
6-3-2011
Internet y los teléfonos móviles crean espacios inmensos para el diálogo y las relaciones humanas.
Gracias a la tecnología podemos hablar, escribir, transmitir imágenes, compartir material de diverso
tipo.
Quizá nunca como ahora resulta tan fácil hablar: con los cercanos y con los lejanos, incluso con
personas de lenguas diferentes (gracias a los traductores automáticos), o con quienes pertenecen a
culturas aparentemente lejanas de la propia.
El aumento de posibilidades genera una auténtica explosión de mensajes y de informaciones.
Escribimos y hablamos mucho más que en el pasado. Existe el riesgo, sin embargo, de que con
tantos estímulos, con los datos que llegan y van con velocidades de vértigo, provoquemos una
situación paradójica: escuchar menos.
Porque si todos hablan, ¿qué tiempo queda para la escucha? Si una noticia en el periódico recibe
miles de comentarios, ¿quién los lee? Si hay blogs con cientos de comentarios, ¿para quién se
escriben?
Es cierto que los lectores, con frecuencia, seleccionan parte de ese material. Pero precisamente en la
selección excluimos de la escucha a muchos participantes que buscan transmitir sus experiencias,
sus ideas, sus opiniones, y que encontrarán pocos oyentes disponibles a causa de la saturación de
comentarios.
El mundo moderno corre a velocidades que a veces nos asustan, nos arrastran, nos encadenan, nos
asfixian. Es urgente, por lo mismo, reconquistar espacios casi “vitales” para detenernos un
momento y dedicar tiempo a la escucha.
Entonces redimensionaremos la importancia que damos a blogs o a páginas en las que participamos
a fuerza de “teclazos”, y conseguiremos ganar espacios para escuchar: a familiares, a amigos, al
vecino de escalera, al pobre de la esquina, a un caminante que pregunta, confiadamente, dónde se
encuentra la estación de autobuses que está buscando.