Hombre Nuevo
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José Manuel, L.C.
Las tentaciones
Como si fuera nuestra sombra, las tentaciones nos acompañan en el bregar cotidiano.
Las hay de todos tipos, tamaños y colores, desde el quedarse un rato más metido en la
cama, hasta el irse de farra, pasando por las probaditas de aquello que se ve delicioso
cuando ya se está más que satisfecho. La cuaresma nos recuerda, en el pasaje de Jesús
en el desierto, la herencia que nos dejó el pecado en su triple dimensión: la tentación de
la carne, del espíritu y la del poder. El oficio propio del demonio es engañar e inducir al
error a través de la tentación, pero aclaro de inmediato que no todas las tentaciones
proceden del diablo. ¿Por qué permite Dios que suframos la tentación? Porque nadie es
tentado por encima de sus fuerzas; segundo, porque son una oportunidad para crecer en
las propias convicciones y así ser digno de recibir el mérito. Tercero, porque quien
supera la tentación es más dueño de sí mismo y por ende es más libre, no está atado a
las cadenas del vicio. ¿Algún consejo para superar las tentaciones? Con las de la carne
no dialogue, estas batallas se ganan corriendo. Sea humilde con las del espíritu y rehúya
las del poder, porque se te pedirá cuenta de cada uno de tus actos. Como le dijo Dios a
Caín: “Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo”.
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