«Semillas de esperanza»
Amar mi misión

Autor: Padre Fernando Torre, msps.

 

Jesús,
gracias, muchas gracias por la misión que Tú,
a través de diversos medios, me has dado.
¡Cuánto valoro que me hayas considerado digno de confianza!;
¡cuánto gozo, al saber que Tú quisiste necesitar de mí para construir el Reino!

Dame la gracia de amar la misión que me has confiado,
esta misión concreta que ahora tengo,
y lléname de tu Espíritu Santo,
para que pueda realizarla bien, creativamente,
con orden y generosidad,
sin precipitación ni agobio,
poniendo el corazón en lo que hago.

Que no reniegue de que la misión sea difícil,
riesgosa o árida;
que me dé lo mismo que sea oculta o a la vista de todos,
que sea algo, aparentemente, intrascendente
o de mucha importancia.
Que no caiga en la tentación de pensar
que yo estaría mejor en otra parte,
que sería más eficaz en otro trabajo.
Tú has querido para mí esta misión;
libremente la acepto; la acojo con fe y amor;
es un signo del amor que me tienes
y concretiza tu voluntad para mí.

Concédeme, Jesús, amar a quienes sirvo
—en especial a los más pobres o débiles—,
conocer a cada uno, interesarme por sus vidas,
servirlos con sencillez,
luchar para que sean mejores.
Concédeme también amar a las personas que colaboran conmigo;
sin ellas no podría realizar
la misión que me has confiado.
Jesús, que sea atento en mi trato con ellas,
que sepa valorarlas como personas,
confiar en ellas, reconocer su labor
y, sobre todo, que sea muy agradecido.
Permíteme experimentar el gozo de poder amar.

Dame la gracia de amar las diversas tareas que lleva consigo mi misión,
lo mismo las atractivas o interesantes
que las desagradables o aburridas,
y que sepa asumir las renuncias que implican.
Que no descuide mi trabajo por andar haciendo otras cosas,
por buenas que parezcan,
por apostólicas que sean,
por atractivas que me resulten;
que las demás actividades que realice,
las haga como algo extra,
habiendo cumplido primero con mi obligación.

Que jamás me contente con dar lo mínimo,
sino que, con iniciativa y creatividad,
ponga mi fe y mi ilusión,
mis capacidades físicas y mentales,
mis conocimientos y experiencias,
mi inteligencia, voluntad y corazón,
en la realización de lo que Tú me pides.
Y dame la alegría de saber que estoy haciendo tu voluntad.

No permitas que juzgue mi trabajo por la cantidad de cosas que hago,
por el reconocimiento o la gratitud de los demás,
por el “éxito” o la gratificación;
que me importe, sobre todo, el deseo de hacer el bien a los demás,
la pasión que he puesto en mi tarea,
el tiempo invertido, la atención voluntaria,
y mi esfuerzo por hacer bien las cosas.
Concédeme disfrutar lo que hago,
y la satisfacción de haber dado lo mejor de mí.

Tú, Carpintero de Nazaret y Profeta del Reino,
presenta al Padre, junto con tu cruz,
la ofrenda de mi trabajo;
a través de él continúo la obra de tu creación,
me construyo como persona
y colaboro contigo en la construcción de un mundo más justo, más fraterno y más alegre.