«Semillas de esperanza»
Autoretrato

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

          Es fácil inventar los rasgos de un personaje literario; más complejo es describir el carácter de una persona real; de veras difícil es trazar nuestro autorretrato. Lo supe cuando, Marcela Guijosa, en un curso de Fuentes de la escritura propia, nos dejó esa tarea.

Al comenzar me asaltaron algunas dudas: ¿Qué pongo en el aspecto físico, social, intelectual y espiritual, para que la imagen resultante sea verdadera y completa? Se trata de un autorretrato, no de una caricatura. ¿Qué omito, porque es intrascendente o porque es algo demasiado íntimo como para que salga a la luz? Es un autorretrato, no una radiografía.

Mientras escribía lo positivo tuve dos tentaciones: la falsa modestia, que me invitaba a ignorar mis cualidades, y, su contraria, la vanidad. Con lo negativo, la tentación fue ocultar mis limitaciones y defectos, o ubicarlos en el pasado. ¡Qué difícil es ser sencillo y verdadero al hablar de uno mismo!

Además de mis características actuales, puse algunas pinceladas de mi pasado, pues soy lo que he sido. Pero especialmente quise poner mis deseos y mis ideales. Para entender quién soy, no basta con saber de dónde vengo y en dónde estoy; es indispensable conocer hacia dónde me dirijo.

Al terminar de redactar, me entró otra duda: ¿la imagen que tengo de mí mismo coincide con quien verdaderamente soy?

Con frecuencia nos quejamos de que la percepción de los demás no corresponde con nuestra realidad. Sin duda, no somos ni tan buenos como creen nuestros amigos ni tan malos como nos ven nuestros enemigos. Para eliminar esas falsas imágenes, podemos empezar por responder a la pregunta que los judíos le hicieron a Juan Bautista: «¿qué dices de ti mismo?» (Jn 1,22), y hacer por escrito nuestro autorretrato.