«Semillas de esperanza»
Dispersión

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

Mientras escucho a una persona estoy pensando en lo que tengo que comprar; mientras estudio estoy recordando una película. Nos cuesta poner atención voluntaria y dirigir nuestra imaginación: parecemos niños en una juguetería. Tenemos dificultad para estar plenamente en lo que estamos.

Para que el agua tenga profundidad necesita estar contenida en un recipiente; si está derramada, será superficial. Somos superficiales e ineficaces, porque vivimos dispersos.

Rara vez tomamos conciencia de la dimensión de interioridad que hay en nosotros; menos aún la cultivamos. Incluso, cuando estamos solos, buscamos estímulos que nos distraigan, pues no toleramos el silencio ni sabemos qué hacer con nosotros mismos. La publicidad constantemente nos bombardea; los estímulos exteriores nos llaman la atención y nos distraen. Pero la verdadera dispersión se origina en el corazón.

Si estamos dispersos, antes de iniciar una actividad (orar, escribir una carta, dialogar con un amigo) hay que hacer un gran esfuerzo y dedicar tiempo para recoger los fragmentos de nuestro corazón y de nuestra atención. Si, por el contrario, vivimos recogidos, ahorraremos esfuerzo y tiempo.

Para ser dueños de nosotros mismos, hemos de limitar los estímulos exteriores (televisión, fiestas…), concentrar nuestros deseos y ordenar nuestros afectos.

No todo es esfuerzo de nuestra parte; ciertas actividades y personas ayudan. La competencia hace que el deportista dirija a un punto toda su energía física; el examen ayuda al alumno a reunir su energía mental; la presencia o el recuerdo de la persona amada logra juntar nuestra energía afectiva; la seducción de Dios hace que se recoja nuestra energía espiritual.

Los rayos del sol, concentrados en un punto mediante una lupa, encienden fuego.