«Semillas de esperanza»
Cargar gasolina

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

Frecuentemente comparamos los momentos de oración, los días de retiro o los ejercicios espirituales con el acto de cargar gasolina. Es una comparación que ha hecho daño, pues encierra la idea de que me lleno de Dios en la oración (cargo gasolina), y pierdo a Dios en el trabajo apostólico (gasto gasolina).

Ciertamente al compartir los bienes materiales con los demás, los perdemos. Si tengo un chocolate y lo regalo, me quedo sin nada. Si tengo cien monedas y doy noventa, me quedo con diez.

Pero cosa muy distinta sucede con los bienes espirituales. Si un maestro comparte sus conocimientos con los alumnos, ¿pierde algo? Si transmites tu alegría, tu paz o tu esperanza a los demás, ¿acaso se disminuyen en ti?

Si compartimos con los demás al Dios que llevamos en el corazón, ¿lo perdemos? ¿Acaso nos hemos quedado sin Dios al haber dado una plática o visitado a una persona anciana o enferma? ¿Ha disminuido la presencia de Dios en el sacerdote después de dos horas de confesiones? Al contrario. En cada una de las acciones en que entregamos a Dios, lo encontramos más profundamente, lo recibimos de una manera nueva.

A Dios lo encontramos no sólo en la meditación de la Biblia, en las celebraciones litúrgicas, en la oración personal. También lo encontramos en el apostolado, la convivencia con los demás, el estudio, el descanso, el trabajo manual… ¡Lo encontramos en todo!

El trabajo apostólico sí produce cansancio físico y mental. Implica una pérdida de ener­gías, que es necesario reponer con descanso, alimentación y ejercicio. Pero también es cierto que ninguna acción apostólica implica perder a Dios, de manera que luego tengamos que ir a llenar el tanque.