«Semillas de esperanza»
Háblame de Dios

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

En una reunión de familia que tuvimos en Tequisquiapan, Arturito Arregui, un sobrino que entonces tendría unos 8 años, sabiendo que yo era sacerdote, a la hora de la comida se paró junto a mí y me dijo: «Háblame de Dios». Su petición me cayó en gracia y me asombró. Además, me metió en un problema: ¿cómo hablarle de Dios a un niño?

Para responder a su petición, le narré la historia de José en Egipto. Luego le pedí que me la repitiera. Me sorprendí de que el chiquillo hubiera logrado memorizar tantos datos. Acabada esa historia, volvió a la carga: «Háblame de Dios». Entonces le conté la resurrección de Lázaro y la parábola del buen samaritano.

Lo que hice para hablarle de Dios a mi sobrino, fue contarle historias. Pero este género de predicación ahora está devaluado. Preferimos usar un discurso abstracto y palabras rebuscadas.

Jesús, para hablarnos de Dios y del Reino, utilizó un lenguaje sencillo que llegaba al corazón; nos contó las historias del hijo pródigo, de la oveja perdida… y utilizó las parábolas del grano de mostaza, la levadura, la cizaña, la perla preciosa…

Cuando el Pueblo de Israel quería hablar de Dios, se ponía a relatar su propia historia. En ella se revelaba Dios a través de sus acciones. Nosotros podemos hacer lo mismo. En lugar de buscar definiciones teológicas, contemos la historia de las intervenciones de Dios en nuestra propia vida, en la comunidad, en el mundo… Los catequistas y predicadores, los papás y los abuelos, todos los cristianos deberíamos tener un buen arsenal de anécdotas y parábolas, y saber narrarlas de manera amena y convincente.

La gente quiere oír hablar de Dios. Hay anhelo de conocerlo, sed de encontrarlo. Los que tenemos la dicha de haberlo conocido, no podemos, egoísta o temerosamente, quedarnos callados.