«Semillas de esperanza»
Sabiduria

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

Tener sabiduría no equivale a adquirir conocimientos científicos o acumular títulos universitarios; no es cuestión de capacidad intelectual ni de recibir el premio Nobel.

La sabiduría de la que habla la Biblia —a diferencia de la sabiduría griega— es la capacidad para dirigir la propia vida, para realizar el proyecto de Dios, para ser feliz. Esta sabiduría se opone a insensatez, negligencia, imprudencia, maldad, falta de dominio propio.

La persona sabia tiene ideas claras respecto de sí misma y de lo que hay que hacer para vivir bien. Y lleva a la práctica esas ideas.

Una persona sabia está en paz consigo misma. Respeta la naturaleza y cuida las cosas; convive en armonía con los demás. Sabe trabajar bien y le halla gusto a lo que hace. Disfruta de la amistad con Dios y se deja conducir por él.

Puede ser sabio un joven o un anciano, una analfabeta o una profesora de universidad, alguien que vivió hace tres mil años o un contemporáneo nuestro. El sabio desea aprender de todos, descubre las oportunidades para ser mejor. Le saca provecho a cualquier circunstancia, se adecua a la realidad, agradece cada momento, vive el presente. El sabio saborea la vida.

Porque tiene un profundo conocimiento de sí mismo, porque se ha reconciliado con sus sombras y sabe escuchar sin juzgar, el sabio es capaz de ayudar al otro a entrar en el misterio de su persona y de motivarlo a vivir sabiamente. Por eso, para pedir un consejo, recurrimos a una persona sabia.

Esforcémonos por adquirir la virtud de la sabiduría; pero, como también es un don, pidámoslo al Espíritu Santo.