«Semillas de esperanza»
Mi sacerdote

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

En Puerto Rico, una señora me preguntó: «¿Conoce usted al padre Antonio Aguilera?» Cuando le respondí que sí, que estaba en la comunidad de Durango, añadió: «¿Cómo es?, ¿cuántos años tiene?» Después de responder le pregunté que por qué deseaba saberlo. «Porque es mi sacerdote». Más tarde un señor me preguntó por el padre Cecilio Félez; otras personas, por los padres Miguel Mier, Alfredo Carrillo, Francisco Rodríguez, Miguel González…

Días después, la hermana María Eugenia Moreno, Misionera Guadalupana del Espíritu Santo, me explicó que, cuando tomaron la Cruz del Apostolado, a esas personas se les habían entregado dos papelitos, uno con el nombre de un Misionero del Espíritu Santo y otro con el de un sacerdote de la diócesis; y se habían comprometido a rezar por ellos.

En convivencia informal con el grupo, comenté que me había impresionado su fidelidad al compromiso de pedir por sus sacerdotes. Entonces Iniabelle Santiago me dijo que la persona que pedía por mí era Margarita Rosario. Como ella estaba allí, me levanté y le di un abrazo.

Como sacerdote, saber que hay personas que específicamente piden a Dios por mí es fuente de alegría, de fortaleza y de esperanza.

¡Cuánto bien nos hace a los sacerdotes la oración de los fieles!

Cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, mi mamá nos llevaba a Misa. Después de la comunión, ella nos ayudaba a dar gracias. Y en nuestra oración pedíamos: «Por el padre Pardinas y el padre de la Mora».

La vida espiritual de todo cristiano recibirá un gran impulso, cuando personalice, con nombre y apellido, su oración por los sacerdotes.