«Semillas de esperanza»
Trabajo

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

El trabajo es, ante todo, una bendición. Es verdad que exige esfuerzo y provoca cansancio, pero el solo hecho de poder trabajar y de tener un trabajo, es ya una bendición.

Con mi trabajo colaboro al bien de los demás y construyo un mundo mejor. Si soy profesora, payaso, cocinera o médico, debo valorar mi trabajo, hacerlo con gusto, esforzarme por realizarlo bien y gozarme en mi obra.

Por medio del trabajo voy construyendo mi persona. Trabajar me permite desarrollar mis capacidades. Las acciones repetidas van formando mi identidad: «de tanto pintar, ahora soy pintor». Realizar bien mi trabajo, me hace ser mejor persona. En buena medida, lo que he hecho manifiesta quién soy.

El trabajo es también un derecho. La sociedad debería ofrecer a cada persona un trabajo digno, estable y justamente remunerado. Es obvio que la persona tendrá que estar capacitada para realizar la obra y ser responsable y eficiente.

El trabajo es también un deber para todos; ya lo dijo san Pablo: «Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma» (2Ts 3,10). No se trata sólo de un empleo o profesión, sino de todo tipo de actividad: comenzando por la que realiza una madre al cuidar a su hijo pequeño. Salvo en casos extremos, ni la enfermedad ni la limitación física o mental son excusas para dejar de trabajar. Ciertamente el trabajo deberá ser adecuado a la edad, el género, la salud y las capacidades de la persona.

Fui hecho a imagen y semejanza de Dios creador. Con el trabajo ejercito mi creatividad y colaboro con él en el perfeccionamiento de su obra. Dios necesita de mí para llevar a término la creación.