«Semillas de esperanza»
Pies de barro

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

Nabucodonosor, rey de Babilonia, tuvo un sueño. Vio la estatua de un gigante, hecha de oro, plata y bronce, que tenía pies de hierro mezclado con barro. Luego vio que una piedra pequeña golpeaba la estatua en los pies, y el gigante se derrumbaba (cf. Dn 2,31-36).

La estabilidad de una estatua depende de su base; la de un edificio, de sus cimientos. Y la de una persona, ¿de qué depende? ¿Sobre qué base hemos construido nuestra vida?

Conocemos gigantes con pies de barro: personas brillantes que se han derrumbado ante un pequeño fracaso. Hay quienes tuvieron mucha iniciativa, pero en el momento en que les faltó el apoyo afectivo, se hundieron. Otros eran generosos, pero llegó la enfermedad y apareció un refinado egoísmo. ¿Y qué hay del empleado que, ante una crisis en el trabajo, arremete contra su familia? Allí tenemos los miles de casos de alcoholismo, drogadicción, suicidio.

¡Todos tenemos pies de hierro mezclado con barro! Tenemos en nosotros fuerza y debilidad.

La conciencia de nuestra propia limitación es un conocimiento doloroso, sí, pero muy saludable. Cuando nos rehusamos a ver nuestra debilidad, nos tropezamos con ella una y otra vez. Y una pequeña piedra puede echarnos abajo.

Además de conocer nuestra fragilidad, hemos de aceptarla como propia, y astutamente poner los medios para evitar las situaciones que nos podrían derrumbar.

El Espíritu Santo nos lleva a la verdad completa de nosotros mismos: fuerza y debilidad; nos ayuda a reconciliarnos con nuestra parte negativa, nos da sabiduría y prudencia, y nos llena de fortaleza para superar la adversidad.