«Semillas de esperanza»
Qué relaciones construyo

Autor: Padre Fernando Torre, msps.  

 

 

Todo encuentro tiene vocación de futuro: apunta a algo más, suscita una esperanza.

El encuentro es algo que hallamos; pero lo más importante de ese momento es el tipo de relación que queramos construir con esa persona.

Si al encuentro le sigue un proceso, puede desembocar en una amistad, en un noviazgo o matrimonio. Acaso nos lleve a una relación de maestro-discípulo o de ídolo-admirador. O tal vez esa persona se convierta para nosotros en una referencia vital remota.

Con el paso del tiempo, todas estas relaciones pueden terminar derrumbándose. ¿Quién no ha vivido una amistad que terminó mal? Casi la mitad de los matrimonios que se celebran acaban en divorcio. Por eso, mucho más importante que el día de la boda es el 50º aniversario de matrimonio. Más importante que conocer nuevos amigos es seguir construyendo la relación con los viejos. La Biblia nos recomienda: «no abandones un viejo amigo» (Si 9,10).

Para que nuestras relaciones con los demás sean sanas, creativas y estables, necesitamos poder soportar una buena dosis de soledad. Si somos incapaces de caminar por nosotros mismos, buscaremos con avidez a los demás, para que nos sostengan o nos carguen. Seguramente se cansarán y acabarán dejándonos. Necesitamos también ser capaces de perdonar una y otra vez, lo mismo que ser suficientemente humildes como para pedir perdón las veces que sea necesario. La relación es entre personas limitadas e inconstantes, y no entre ángeles.

Si queremos que una relación dure y realice su vocación de futuro, periódicamente tenemos que darle mantenimiento —como a cualquier construcción—, reparar a tiempo las grietas y demás desperfectos, y embellecerla con ternura y alegría.