«Semillas de esperanza»
Reencuentro

Autor: Padre Fernando Torre, msps.  

 

 

Con las facilidades que ahora tenemos para viajar, es común que nos encontremos con personas conocidas, que por diversas razones habíamos dejado de ver.

Conocí a Tomás y Ximena Neu en la ciudad de México en 1980. Me tocó estar cerca de ellos en momentos alegres y también en los tristes, como en la ocasión en que perdieron a su primer bebé. Regresaron a Colombia en 1982. En 2002 fui a su patria y nos reencontramos. Sólo estuvimos juntos unas horas por la mañana. Recordamos experiencias vividas y se despertaron antiguos sentimientos. Al día siguiente, Tomás me envió un correo electrónico; me decía que el encuentro había sido un buen reencauche para nuestra relación (además, aprendí un nuevo verbo que me gustó: reencauchar).

A veces el reencuentro es inesperado: coincidimos en un lugar con una persona que hacía mucho tiempo que no veíamos. Pero en otras ocasiones es planeado: alguien nos dio su teléfono, le llamamos y quedamos de vernos. Cuando ya sabemos que nos volveremos a encontrar, además de los recuerdos, se suscitan en nosotros fantasías y temores: ¿qué irá a pasar? Dependiendo del tipo de relación que tuvimos con esa persona y de la huella que dejó en nosotros, será el significado que le demos al reencuentro.

Entre la despedida y el reencuentro se vivió una fantasía; volver a ver a la persona nos sitúa nuevamente en la realidad. Por eso, el reencuentro es tan importante. Tal vez nos topemos con una persona casi desconocida con la que ya nada nos une y allí muera definitivamente la relación (¿acaso no te ha sucedido?). A lo mejor encontramos a la misma persona querida —con más años, pero la misma— y se reanude la amistad.

El próximo domingo iré a Querétaro a una reunión. Tengo pensado ir a saludar a Mario y Yaya Bosque; hace como diez años que no los veo.