«Semillas de esperanza»
Entrenador

Autor: Padre Fernando Torre, msps.  

 

 

Hace unos meses se llevaron a cabo los XXX Juegos Olímpicos en Londres. Una de las figuras fue Michael Phelps. Obtuvo seis medallas, que sumadas a las que había ganado en Atenas 2004 y Beijing 2008 da un total de veintidós. Además, a lo largo de su carrera deportiva, batió 37 récords mundiales.


En homenaje a Bob Bowman, su entrenador, Phelps dijo: «Esto muestra que el trabajo duro da resultado. Bob me ha ayudado a estar donde hoy estoy». Y dirigiéndose a él, le dijo: «Te agradezco que hayas hecho de mí el mejor nadador del mundo». A lo que Bob respondió: «Te lo merecías, por todo lo que has hecho y has trabajado».


¿Cuál es, pues, el secreto de Michael Phelps? La respuesta es simple: trabajo duro y un buen entrenador.


No sólo en los deportes hay personas que ayudan a los demás a alcanzar sus metas; también las hay en el ámbito educativo, artístico, espiritual… Además de la madre y el padre, verdaderos guías pueden ser la profesora, el instructor, el Jefe Scout, el director espiritual, la terapeuta… Un guía debe ser digno de confianza, con suficientes conocimientos o experiencia en la materia; una persona honesta, veraz, coherente; que tenga un desinteresado interés por ayudar al otro a superarse.


Tareas del guía serán recordarnos con frecuencia la meta a la que nos dirigimos, indicarnos las etapas del camino, marcar el ritmo de entrenamiento, señalarnos los errores para que nos corrijamos, reconocer nuestros avances y logros, motivarnos a dar cada día un poco más.


Por nuestra parte, hemos de confiar en el guía y hacer lo que nos diga. Esto implica superar nuestro orgullo –«¡A mí, nadie me va a decir lo que debo hacer!»–, tener la firme determinación de llegar a la meta y, como Michael Phelps, trabajar duramente con perseverancia hasta alcanzarla.