«Semillas de esperanza»
¡Habla!

Autor: Padre Fernando Torre, msps.  

 

 

¡Podemos hablar! El lenguaje, como «facultad de emplear sonidos articulados para expresarse», es propio del ser humano (M. Moliner). Incluso los sordomudos han desarrollado un verdadero lenguaje para comunicarse.


Podemos hablar, pero a veces por vergüenza, por comodidad o por miedo a la crítica, a quedar en ridículo o a no ser escuchados, nos quedamos callados. El silencio puede significar sumisión, pero también agresión pasiva. Se nos puede aplicar lo que la Biblia dice de los ídolos: «Tienen boca y no hablan» (Sal 115,5).


Con mis palabras puedo alabar a Dios, pedir lo que quiero o lo que necesito, expresar lo que pienso y lo que creo, manifestar mis sentimientos y mis afectos, reclamar lo que se me debe, denunciar la injusticia, anunciar a Jesucristo y su Evangelio, animar a los demás, formular mis ideales, deseos y esperanzas…


Sería ilusorio pretender que los demás deduzcan lo que queremos o lo que sentimos sólo a partir de nuestros gestos o acciones. Si algo nos molesta, no basta con poner cara de indignación o dar un portazo; si queremos agradecer, es insuficiente brindar una sonrisa; si queremos pedir perdón, hemos de ir más allá de hacer un regalo… Es necesario verbalizar lo que queremos comunicar. La expresión por medio de palabras tiene un peso, nos compromete; implica asumir la responsabilidad de lo que comunicamos.


Para que nuestras palabras surtan el efecto deseado, es necesario hablar con verdad, con caridad (aunque lo que digamos pueda hacer sufrir a los oyentes), con oportunidad, amabilidad y respeto. Además, nuestra manera de hablar debe ser clara (lo cual incluye buena vocalización, adecuada velocidad y suficiente volumen). Sobra decirlo, pero hemos de decir nuestra palabra a quien debemos o donde debemos hacerlo.
Cuando debamos hablar, ¡hablemos!