“Yo no la tomo...”

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)

 

 

La escena vale para todos los jóvenes del mundo. El Papa Benedicto XVI se encontraba de viaje en Polonia. El sábado 27 de mayo de 2006 le dieron un libro con 30 mil firmas de jóvenes polacos. ¿Qué había en ese libro?

Al día siguiente, domingo, el Papa revelaba el misterio. Después de celebrar la misa comentó que el libro que le habían regalado el día anterior iniciaba con esta declaración: “Yo no la tomo; estoy libre de la droga”.

El Papa, desde su corazón, sintió la necesidad de añadir algo que pudiese animar a los jóvenes que firmaron esa declaración, y a tantos otros millones de jóvenes de todo el mundo. “Como un padre, os pido: sed fieles a esta declaración. Está en juego vuestra vida y vuestra libertad. No os dejéis subyugar por las ilusiones de este mundo”.

El gran engaño de la droga consiste en crear ilusiones: de placer, de plenitud, de independencia, de “madurez”, de alegría desbordante. Todo parece tan fácil: una inyección, una pastilla, respirar o fumar algo de humo... Se desatan las sensaciones, se superan los cansancios y las tristezas, se experimentan placeres desbocados...

Mientras, el cuerpo cede, poco a poco, ante los efectos dañinos de la droga. Efectos lentos, a veces casi imperceptibles. Efectos por eso peligrosos, porque uno cree que no pasa nada, a veces engañado por “estudios científicos” que dicen que estas sustancias son inocuas...

También el espíritu, el corazón, la voluntad, quedan desgarrados, quedan heridos, al someterse a efectos de sustancias químicas (también el alcohol y el tabaco en exceso son “drogas”) que debilitan la conciencia, que impiden pensar con madurez, que desatan pasiones que llevan a realizar actos de los que luego uno se arrepiente profundamente.

Ante la droga está en juego, nos lo dice el Papa, la vida y la libertad de cada joven y de cada adulto. Dos grandes tesoros que tenemos no para buscar egoísticamente los placeres del instante, sino para servir, para dar, para construir un mundo más justo, una familia más unida, un grupo de amigos más generoso, un ambiente de trabajo lleno de respeto y ayuda mutua.

“Yo no la tomo”: todos podríamos repetir esta frase. No tomamos drogas, ni siquiera las “drogas legales” (como el alcohol o el tabaco en exceso). Porque nuestras vidas son libres, porque buscamos alegrías que no dañan, porque queremos emplear nuestras energías de jóvenes o de personas maduras en el servicio, en el amor, en la entrega sincera, completa, a quienes viven a nuestro lado.