¿Mentir para el seguro?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Me has dicho que cuando choque en carretera debo decir siempre que el culpable ha sido “el otro”. Me has explicado, además, que así funciona el sistema de seguros: si te declaras culpable, tu aseguradora no te apoyará, o incluso perderás dinero.

 

Pero mi respuesta sigue siendo la misma: no puedo mentir nunca. Ni siquiera para ganar dinero, o porque “lo hacen todos”, o para evitarme problemas.

 

Tú y yo hemos nacido para vivir en un mundo no según nuestros intereses. La sociedad se convierte en un infierno si cada uno se permite trampas, aunque sean pequeñas, para “ganar” un poco de dinero, de prestigio, de seguridad, o simplemente para evitarse problemas.

 

En cambio, la sociedad empieza a ser un poco mejor y un poco más “vivible”, si tú y yo asumimos las propias responsabilidades, si reconocemos nuestros errores si incluso nos acusamos honestamente de nuestras faltas.

 

Me has dicho que, si vivo así, seré un fracasado, un idealista que no sabe moverse en este mundo.

 

Te respondo que sólo son grandes los hombres fieles a su conciencia, no los que ceden al miedo, o al capricho, o a la ambición, o al chantaje.

 

Es cierto que parece que a los malos les va mejor en esta vida. Pero nunca es triunfo pisotear la conciencia, mentir, robar, dañar a familiares, amigos, o personas inocentes, para conseguir un poco más de dinero o para evitarse problemas judiciarios.

 

El verdadero triunfo está en miles y miles de hombres y mujeres que hoy, como en el pasado, saben dejar de lado miedos y aspiraciones mezquinas para construir un mundo un poco más honesto y un poco más lleno de valores auténticos.

 

Sé que tu intención es buena, pero no seguiré tu consejo. Cuando choque, si soy culpable, lo reconoceré francamente. Asumiré mi responsabilidad y buscaré ayudar al otro, aunque se enfaden en el seguro, aunque algunos me tachen de ingenuo o de imprudente.

 

Quiero pensar, además, que en muchas aseguradoras hay gente honesta que aprobará mi modo de pensar. Quizá existan algunas compañías de seguros (espero que muy pocas) que al leer estas líneas decidirán no firmar nunca un seguro conmigo. Pero me pregunto qué tipo de valor puede tener una aseguradora cuando acepta a quienes están dispuestos a mentir y excluye de sus listas a personas amantes de la verdad, deseosas de vivir según las normas éticas.

 

Los mártires de ayer no fueron fracasados, ni soñadores incapaces de “adaptarse” al mundo con sus trampas y sus engaños. Eran simplemente hombres y mujeres grandes por su honestidad, por sus principios, por sus amores.

 

Ellos están en el cielo. Desde luego, su triunfo fue posible porque recibieron una especial ayuda de Dios. Pero también porque tomaron la decisión de seguir el camino estrecho, porque dejaron de lado sus miedos y sus intereses más mezquinos.

 

Espero, como ellos, ser fiel a Cristo en la hora en la prueba. Le pido que, con Su gracia, pueda resistir a las tentaciones y ser siempre fiel a la conciencia. De este modo, también otros llegarán a descubrir la belleza de la justicia y lo maravilloso que es dejar trampas y engaños del pasado para empezar a recorrer el camino que lleva a la vida eterna.