Si lo hago, ¿no pasa nada?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Aparece una tentación, viene a la mente realizar un acto malo. Una voz interior nos dice que no lo hagamos, que respetemos las normas, que seamos buenos. Pero otra voz susurra: “déjate de complicaciones. Si lo haces, no va a pasar absolutamente nada”.

Las tentaciones más fuertes son esas, las que nos hacen pensar que “no pasa nada” si hacemos esto o lo otro. Porque suponemos que el acto quedará en lo secreto, entre mis ojos y las paredes de mi cuarto. Porque creemos que nadie notará nuestra falta. Porque imaginamos que ese acto es “tan pequeño”, tan insignificante, que no puede tener ninguna consecuencia negativa, ni en nuestra vida ni en la vida de quienes nos rodean.

Pero nada queda sin consecuencias. Sobre todo, nada se realiza sin facturas.

La consecuencia peor de un mal acto es el daño a la propia conciencia, a la propia vida. Porque el acto malo corroe mi interior, me hace egoísta, me encadena suavemente a los placeres, aumenta mi avaricia. Porque el acto malo destruye mis convicciones, me prepara a nuevas caídas, me abre al abismo de la injusticia y del pecado.

Nada, absolutamente nada de lo que hago es irrelevante. Todo queda marcado en mi psicología, en la de quienes viven a mi lado, en la historia del mundo, en el corazón mismo de Dios. Todo es importante, porque el acto de un ser libre y espiritual, vale para este tiempo y vale para lo eterno.

Pasa mucho, por lo tanto, cuando dejo de hacer el bien, cuando cedo a las calumnias, cuando abuso de la confianza de mis jefes, cuando curioseo lo que no debo, cuando sustraigo furtivamente unos pequeños e “insignificantes” billetes de dinero.

Como también pasa mucho cuando opto por la justicia, por la honestidad, por el amor, por el servicio, por la fidelidad, por la alegría, por la misericordia.

Mis actos escriben hoy una historia. Esa historia será un drama si sigo encadenado al egoísmo. Será un poema épico maravilloso si escojo, seriamente, vivir con el deseo de hacer en cada instante lo justo, lo bueno, lo honesto.