¿Cómo juzgar las películas “históricas”?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

La historia narra hechos. La literatura y el cine pueden inventar hazañas y personajes con la ayuda de la fantasía.

La literatura histórica establece una síntesis entre hechos y fantasía, entre datos reales y creaciones surgidas a partir de la inventiva del escritor.

Algo parecido podría decirse respecto de las películas históricas. A veces se basan en un guión que intenta reflejar al máximo los hechos. Otras veces tienden a ser literatura fantasiosa y se alejan mucho de los datos de la historia real.

La pregunta de la que nacen estas líneas es muy sencilla: ¿cómo hacer que una película “histórica” permita distinguir fácilmente entre lo que es historia y lo que es inventiva?

La respuesta es compleja, pues el mundo cinematográfico se mueve según unos criterios (a veces equivocados, pero muchas veces convertidos en reglas casi obligatorias para los productores) desde los que se llega fácilmente a ir contra la autenticidad de los hechos en los que una determinada película parecería estar ambientada.

Podríamos, sin embargo, establecer algunas pistas de respuesta para ayudarnos a la hora de emitir nuestro juicio.

La primera es que una película histórica (o película épica) debería reflejar al máximo a los personajes en su identidad, su fisonomía y sus hechos básicos. La figura de Balián de Ibelín, por ejemplo, en “El Reino de los cielos” (Kingdom of Heaven, 2005) está tan llena de errores y de falsedades que apenas resulta posible reconocer en el protagonistacinematográfico al Balián de la historia, un noble nacido en Palestina, casado y padre de 4 hijos...

La segunda es que una película histórica debe recoger los hechos y su ambientación del modo más exacto posible. No siempre será fácil, pues en no pocos casos los mismos estudiosos de historia dan versiones distintas de acontecimientos del pasado. Pero al menos el guionista y el director deberían reflejar a lo largo del film esos hechos sin desvirtuarlos. Sería ridícula una película sobre la Segunda Guerra Mundial en la que Patton fuese asesinado por un alemán... Como también, volviendo a la película “El Reino de los cielos”, es ridículo presentar a un obispo (por muy cobarde que sea) que pide a la gente que se convierta al Islam y luego se arrepienta...

La tercera pista es más difícil de aplicar, pero merece ser tenida en cuenta. El cine histórico puede crear un personaje ficticio, imaginar acontecimientos, suponer hechos irreales, y colocarlos en un contexto del pasado, en una ambientación histórica concreta. Pero entonces debe ofrecer ayudas y pistas de forma que el espectador pueda distinguir claramente entre lo que es fruto de la creatividad del guionista y lo que son los hechos verdaderos.

Para lograr esta meta, ayuda mucho respetar los dos puntos anteriores (tratar a los personajes de la historia sin violar su identidad, recoger los hechos con la máxima precisión posible), y luego “jugar” con los personajes imaginados si se desea ofrecer una nueva trama y una tesis según la libertad propia del arte literario y cinematográfico.

La cuarta pista es un reto para todos. Hay novelas históricas realmente distorsionadas, y hay producciones de cine histórico llenas de engaños y de manipulaciones. Ante esta situación, hay que promover en la gente un sano espíritu crítico y una información exacta para que puedan distinguir entre lo verdadero (cuando lo haya) y lo falso que sea recogido en una película atractiva por el tema pero claramente distorsionada en muchos detalles que aparecen tan bien entrelazados con hechos históricos reales que pueden ser confundidos como si lo imaginario por el guionista también hubiera ocurrido en el pasado.

Son sólo algunas ideas. Han existido, existen y parece que seguirán existiendo escritores y guionistas amigos de inventar y de manipular hechos y personajes del pasado. Como han existido, existen y esperamos que existirán escritores y guionistas capaces de deslindar claramente entre lo real y lo imaginario, con un hondo sentido de honestidad desde el que sepan ofrecer indicaciones a los lectores y a los espectadores para distinguir entre lo primero y lo segundo.