Advertencias llenas de cariño

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Sus padres le dijeron que dejase esas malas compañías. No hizo caso. Acabó en la cárcel.

Sus amigas le dijeron que él la estaba engañando. No hizo caso. Después de la boda descubrió que aquel chico que tanto decía amarla tenía un corazón lleno de odio y de mentiras.

Sus empleados le avisaron que el nuevo gerente era un estafador. No hizo caso. Terminó en quiebra.

Continuamente nos llegan avisos, advertencias, consejos. En muchas ocasiones, hay que decirlo, la información es falsa: no existe un verdadero peligro, ni esa persona es mala, ni el amigo nos está estafando. Pero cuando una advertencia era verdadera y no hicimos caso...

Dios también nos ofrece muchas advertencias. Nos ha dicho que si no nos convertimos y seguimos en nuestro pecado, pereceremos (cf. Lc 13,1-5). Nos ha indicado que seremos examinados, al final de la vida, del amor (cf. Mt 25,31-46). Nos ha pedido que recemos y vigilemos para no caer en la tentación (cf. Mt 26,41).

La advertencia puede caer en tierra mala. Si vivimos de caprichos, si buscamos siempre lo más fácil, si huimos de todo sacrificio, si queremos aprovechar cualquier ocasión para enriquecernos y gozar de la vida... El resultado será triste, amargo, tenebroso: habremos dejado al pecado entrar y dominar en nuestras vidas, porque no acogimos un aviso oportuno y verdadero.

La advertencia puede caer en tierra buena. Entonces acogemos el mensaje, agradecemos el aviso, nos ponemos a trabajar. Sobre todo, porque descubrimos que el mensaje llega desde el corazón de un Dios que nos ama y que desea lo mejor para cada uno.

Los padres de familia, los educadores, los catequistas, todos, podemos hacer mucho para ofrecer buenas advertencias. Habrá dificultades, habrá obstáculos, habrá fracasos. Pero el cariño impulsa a la siembra, mantiene abierto el corazón y la mente para encontrar maneras eficaces de ayudar, de aconsejar, de advertir a quienes más lo necesitan, sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes.

Desde advertencias sabias y prudentes, podremos ayudarles a ser verdaderamente libres, a ser responsables, a ser buenos.

El Papa Benedicto XVI explicaba que “la verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, y por ello debe ejercerse con responsabilidad, optando siempre por el bien verdadero para que se convierta en amor, en don de sí mismo. Para eso, más que teorías, se necesita la cercanía y el amor característicos de la comunidad familiar. En el hogar es donde se aprende a vivir verdaderamente, a valorar la vida y la salud, la libertad y la paz, la justicia y la verdad, el trabajo, la concordia y el respeto” (discurso para la conclusión del VI Encuentro mundial de las familias, 18 de enero de 2009).

Con prudencia, con cercanía, con una presencia llena de respeto, sabremos dar advertencias llenas de cariño. Luego, cada uno decidirá libremente. Muchos corazones, el día de mañana, darán gracias a Dios por haber encontrado, en el momento oportuno, un familiar o un amigo dispuesto a ofrecer consejos llenos de sabiduría y acompañados por un amor sencillo y bueno.