¿Sobra o falta información?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Parece que vivimos en un mundo donde la “borrachera informativa” nos aturde. Miles y miles de noticias, de opiniones, de mensajes, de ideas llegan y huyen con la velocidad del viento huracanado. 

De las agencias a la radio, de la televisión a internet, de los foros a facebook: los temas, las noticias, las discusiones pasan de boca en boca, de corazón en corazón, y sentimos una marea informativa que nos resulta muy difícil de digerir. 

Pero si miramos con un poco de perspectiva a la abundancia de noticias, podemos percibir cómo muchos temas se repiten continuamente, de modo casi obsesivo, mientras que otros temas se mantienen en zonas de penumbra, resultan casi inasequibles, o simplemente no aparecen. 

Bastaría con pensar, por un momento, la continua sucesión de datos sobre el así llamado conflicto árabe-israelí o palestino-israelí. Ante el mismo existe, es innegable, un pluralismo de posiciones, pues hay quienes apoyan a unos, quienes apoyan a otros, y quienes condenan a los dos. Pero en el fondo el pluralismo se ahoga alrededor de un punto fijo: se habla continuamente sobre ese tema, de un modo casi obsesivo. 

Al mismo tiempo, son escasas las noticias y las discusiones sobre los diversos conflictos que se suceden en el Congo o en otras zonas del centro de África, en Sri Lanka, en Somalia, en otros lugares del planeta. Ciertamente, no son temas desconocidos, incluso podemos encontrar con cierta facilidad información con la ayuda de internet. Pero ocupan un lugar muy inferior si miramos al tiempo y a la enorme cantidad informativa que gira en torno a lo que ocurre en Israel y Palestina. 

En el mundo moderno no sobra información, sino que muchas veces falta información sobre temas que afectan a millones de seres humanos. Por ellos y para ellos vale la pena escoger medios de noticias de espíritu abierto, que nos permitan sintonizar con quienes, quizá incluso muy cerca de nuestros hogares, merecen ser conocidos, escuchados y, en muchos casos, también ayudados por manos amigas y corazones solidarios. 

Todo lo que es humano nos interesa, según una idea que podemos encontrar en el romano Terencio. Por eso, en medio de la marea de noticias necesitamos encontrar caminos para llegar a historias y a temas que valen más allá de su resonancia política o económica, porque tocan vidas concretas, porque se refieren a existencias preciosas. 

Hace falta, por lo tanto, un trabajo de discernimiento para no quedar atrapados en temáticas que llegan a convertirse en obsesivas, y para abrirnos a horizontes informativos de mayor respiro. 

Esa es la información que hace falta, por encima de caminos trillados que no dejan de girar en torno a pocos personajes y a temas convertidos en obsesiones interminables. Una información abierta, valiente, profunda, auténtica, honesta: sobre enfermedades casi olvidadas y sobre ancianos que son desalojados injustamente de sus casas; sobre madres heroicas que no abortan y sobre voluntarios que instalan cañerías en una zona pobre; sobre funcionarios honestos en una oficina de barrio y sobre voluntarios que abren pozos en zonas semidesérticas de África; sobre médicos que visitan a los enfermos fuera de horario y sobre religiosas que asisten a niños huérfanos. 

Nos hace falta, y mucho, información completa e información abierta: ese es uno de los grandes retos para todo buen periodista en el mundo de las posibilidades casi inagotables de internet.