Números y espiritualidad humana
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Los números y la ciencia viven un “matrimonio” intenso y
fecundo desde hace varios siglos. Pero ni los números ni la ciencia tienen el
poder para explicarlo todo.
Porque podemos dar un número a los ruidos, a los colores, a las formas, al peso,
a la altura. Pero los pensamientos y las libertades no pueden quedar
encapsulados bajo número arbitrarios y variables.
Es cierto que existen test para “medir”, con la ayuda de los números, el nivel
de inteligencia (el famoso “coeficiente intelectual”) de las personas. Pero esos
números no pueden compararse con otros números que sirven para medir las
reacciones hormonales, la agilidad muscular, las sustancias que corren por
nuestras venas y arterias, la salud de nuestro estómago e intestinos.
Ninguno test puede dar un número preciso al sentido de la propia vida, al
servicio generoso que prestamos a la propia familia y a los amigos, al perdón
que supera las discordias, a las envidias que destrozan matrimonios y relaciones
de trabajo.
Con la ayuda de los números habrá hombres que lleguen a la Luna o que levanten
rascacielos. Pero sólo serán posible esas conquistas si antes ha habido
decisiones libres y maduras, desde una espiritualidad mucho más grande que los
números.
El hombre alberga en sí misterios y riquezas que van más allá de cualquier
número, que rompen los esquemas y las tablas más precisas. Porque cada ser
humano puede pensar desde conceptos espirituales, y porque puede amar con su
voluntad abierta a Dios y al amor más profundo y más bello.
Habrá quienes esperen, en un futuro más o menos próximo, encapsular con números
y con computadoras los pensamientos, las emociones, las voluntades de los
hombres. Pero sus esfuerzos fracasarán, porque el amor y la inteligencia no
pueden ser aprisionados por la fragilidad de números convencionales, imprecisos
y mudables, como mudables son quienes preparan los test, ensamblan computadoras
o analizan partes del cuerpo en laboratorios llenos de aparatos magníficos pero
“ciegos”.
Vale la pena recordar las palabras del zorro en “El Principito” de
Saint-Exupery: “Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible
a los ojos”. O, lo que es lo mismo, lo esencial no puede quedar atrapados por
los números.
Por eso hoy, como ayer y, esperamos, también como mañana, habrá hombres y
mujeres que, más allá de los números, gastarán sus vidas para servir a pobres, a
enfermos, a ancianos, a hambrientos.
Tal vez sus nombres no aparecerán bajo números de estadísticas frías y
rutinarias. Pero eso no importa, porque esos nombres y esos corazones estarán
escritos en el Libro de la Vida, en el corazón de Dios, donde caben todos
aquellos que han sabido vivir con corazones buenos.