Proyectos y realizaciones
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Tenemos con cierta
frecuencia más proyectos que realizaciones.
En nuestra mente y en nuestro corazón surgen deseos, ideas, planes. Luego, según
el refrán popular, “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Unas veces, porque lo
que hemos pensado era irreal. Un sueño demasiado elevado no llega a lo profundo
de la voluntad, no pone en marcha decisiones concretas.
En otras ocasiones, diversos factores intervienen en la vida y nos apartan de
las metas que habíamos planeado. Una enfermedad imprevista, un accidente, un
acontecimiento familiar, un problema económico, la pérdida del puesto de
trabajo: mil situaciones paralizan y dejan arrumbados proyectos maravillosos.
Hay quienes no realizan sus proyectos porque se dejan arrastrar por caprichos o
porque quedan aprisionados en una indecisión crónica. A un proyecto se
contrapone otro, y al final uno no sabe por dónde empezar. O, simplemente, basta
con poner ante los propios ojos las dificultades que rodean el proyecto anhelado
para sentir temor, para renunciar a todo esfuerzo “inútil”.
Muchos proyectos no llegan nunca a puerto. Pero otros muchos sí se convierten en
realidad. ¿Cuál es la clave del “éxito”? ¿De dónde vienen las fuerzas y las
decisiones que llevan a coronar una empresa, que realizan los proyectos?
Un proyecto llega a convertirse en realidad desde el impulso interior del
corazón decidido. La voluntad humana encierra energías insospechadas. Si esa
voluntad se deja atrapar y mover por el amor, es posible coronar con resultados
concretos aquellos proyectos que tienen sentido y que nacieron desde el interior
de un corazón decidido.
No todos los proyectos, hay que recordarlo, son buenos, ni para uno mismo ni
para los demás. Por eso causa pena constatar cómo hay personas que trabajan con
energía y con voluntad férrea en proyectos que hacen mucho daño. Y causa rabia
ver que faltan corazones buenos y decididos a poner un freno a las fuerzas del
mal, que serían capaces de promover un mundo más justo, más fraterno, más
honesto, desde proyectos que sí valen la pena.
Es posible cambiar el mundo, lograr sociedades abiertas a lo bueno... Es
posible, si existen corazones decididos, que se comprometen en serio... también
cuando son conscientes de que el éxito no siempre está garantizado.
A pesar de todo, con éxito o sin éxito, es hermosa la lucha de quienes invierten
la propia vida para que el amor alcance metas buenas, para que al menos queden
abiertos caminos a realizaciones concretas. Esa lucha es por sí sola una
victoria de la justicia, y no quedará sin recompensa ya en la tierra y en el
Reino del Padre de los cielos.